Igloo, la fuerza del cambio
Por Sandro Maciá.
¿Quién dijo calor? ¿Quién hizo apología de la pereza veraniega? ¿Quién se mofa de que cada verano es igual de tedioso que el anterior? ¡Excusas! Nada como una buena descarga de adrenalina para recordar que estamos vivos y que, si de este mundo tenemos que marcharnos algún día, no lo haremos sin haber disfrutado al máximo de todo cuanto podamos.
Por eso, basta ya de esas aburridas tardes de sofá al ritmo de las aspas del ventilador aquel que nunca tiramos y que con los años ha pasado de ser antiguo a “vintage”, de las siestas eternas y las espeluznantes reposiciones de series ochenteras después de comer. Ahora llega el momento de plantarle cara a todo lo que nos atrapa y liberarnos, de ser nosotros mismos y no perder nuestra identidad, o lo que es lo mismo: seguir la filosofía que nos presenta Igloo con su vuelta a la actualidad musical de la mano de la presentación de ø4 – El Conjunto Vacío (Ernie Records, 2013), su último trabajo.
Ellos, pese a haber cambiado varias veces la estructura de su formación desde que debutaran allá por 2005 con su álbum homónimo, saben mantener un rumbo que no se detiene en minucias sino que se basa en la relatividad y en aprovechar los beneficios del dinamismo de este cosmos cambiante en el que vivimos para ofrecernos once nuevos temas, once nuevos motivos para pararnos a reflexionar o, si lo preferimos, para dejar en el aire aquello a lo que no nos convenga dedicar tiempo. Así de –aparentemente- sencillo.
Grabado en El laboratorio criogénico de Caldas de Reis y mezclado en Planta Sónica 2 en Vigo por Alber Castro Amarelle, ø4 – El conjunto vacío, técnicamente configurado a partir de la producción de Beni Ferreiro y Adolfo Langa y de la posterior masterización de Jordi Gil en los estudios Sputnik de Sevilla, se expande hacia sonidos más complejos que gozan de un mayor dramatismo y que cuentan con unas bases rítmicas que resultan ser la bandeja perfecta sobre la que emplatar las nuevas temáticas de sus canciones, nacidas éstas –hablando de lo textual- del ingenio del citado Beni Ferreiro.
Con semejante estructura de verso y melodía, no sorprende que, pese a los distintos derroteros sonoros que parecen tomar algunas canciones, podamos hablar de una identidad constante, un sello que se aprecia desde la primera escucha de La máquina de fabricar –buen comienzo para el disco- hasta la conocida y sincera Han Solo – ¿cómo no pararse a paladear frases como “aunque me quede sólo / aunque ya nunca vengas / no te diré que es cierto que me muero porque vuelvas”?-, sin olvidar la inquietud que desprende Halloween vs Samaín o la sensibilidad de Todos los días amanece.
Si de ejemplos se trata, ø4 – El conjunto del vacío permite, además, ver cómo la reflexión sobre temas como la soledad, la huida o la rendición se configuran como los ejes que dan forma a piezas como Todo, Mi gran evasión o HADA, por ejemplo.
Con fuerza y sin descuidar detalle alguno – el diseño del álbum está compuesto por fotografías de Carlos Magariños, Verónica Gómez y Xabier Guimarey que insinúan lo efímero que es nuesro paso por ala historia-, así vuelve el cuarteto formado por Beni Ferreiro, Pablo López Juan, Fran Rodríguez y Juanma Fernández, quienes han contado con las colaboraciones de Paco Román (Neuman), César Quero y Javier Ajenjo (Yani Como), Fer Areal y Rodri Ezequiel (The Vog), Adolfo langa, Jorge Ortal, lago Lorenzo y Xoán Xil.