La vida ilustrada de Zelda Fitgerald
Por Vanessa Díez.
Sus padres le pusieron Zelda por las protagonistas de dos novelas, su destino era ese, ser la protagonista de su propia historia, además de ser la protagonista de varias de las novelas de F. Scott Fitzgerald. Fue su mujer, su musa, su amante y ambos fueron tormento y pasión el uno del otro. Dos almas libres encadenadas a placer en un delirio de desenfreno sin fin. Se dedicaron a vivir la vida y la vida pudo con ellos, nunca se ha podido vivir tan sólo de la literatura, no como para tener un alto nivel de vida, ellos también lo sabían. Por eso él colaboró con publicaciones, vendió los derechos de sus libros para el cine y llegaría a Hollywood como guionista. Ella esquizofrénica, él alcohólico. Murieron separados, pero permanecerán juntos en su muerte, abandonaron este mundo tan sólo con ocho años de diferencia, sobre la lápida las últimas palabras de El Gran Gatsby: Y si vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.
Hiperactiva, incansable, independiente, valiente y los demás le daban igual, ya desde niña. Hacía lo que le venía en gana. Espíritu rebelde. Corren rumores sobre ella, los deja correr divertida. Fuma, bebe alcohol y se besa con chicos. Divertirse es esencial para ella, bebe la vida, los chicos son un agradable pasatiempo. Ella no quería un marido, quería un amante. Quería vivir.
Scott Fitzgerald era como ella y al final se casaron tras la publicación de A este lado del paraíso, la primera novela de él, se convirtió en uno de los superventas de ese año, definía la generación flapper. Aquellas mujeres que se habían cortado el pelo, acortado sus faldas, escuchaban jazz, bailaban, bebían alcohol, fumaban y eran socialmente incorrectas. Zelda encarnó el prototipo de mujer de aquellos locos años 20 de cambio para la mujer. En 1922 Zelda publicó en el Metropolitan Magazine el “Eulogy on the flapper” (panegírico de la desenfadada). Para ella el desenfado es la solución a los males de la sociedad. La mujer ha despertado de su letargo y hace lo que quiere.
Los Fitzgerald se convierten en el tormento de los hoteles desde su luna de miel, de fiesta en fiesta hasta que llega el amanecer, dejando que todos hablen de ellos. De ella decían que “es una chica trágicamente brillante que no sabe estar en sociedad”, la actriz de cine mudo Louise Brooks se identificaba con ella. Nueva York, Connecticut, Alabama, Londres, París, Venecia, Florencia, Roma, Montgomery, Minnesota … el mundo es suyo.
Él la utiliza como musa, sus heroínas se parecen a ella. Incluso algún fragmento de sus obras parece que ha sido sacado de los diarios de ella, pero cuando ella pretende empezar a escribir novelas él no la apoya. En un principio tan sólo se había atrevido con los relatos. La envidia corroe su relación, no puede aceptar que su mujer pueda llegar a ser mejor que él, cuando ella ha sido parte de su proceso creativo en varias de sus obras. La infidelidad marcó una línea entre ambos que no tuvo vuelta atrás cuando llegó el primer intento de suicidio de Zelda. Sienten celos el uno del otro.
SuperZelda, la vida ilustrada de Zelda Fitgerald por Tiziana Lo Porto y Daniele Marota nos acerca a la figura de una interesante mujer que vivió por encima de todo a través de ilustraciones y diálogos ágiles con azul de fondo. Conoceréis detalles de este matrimonio de artistas, pues ella baila, pinta y escribe. Aunque donde más fuerza pone es en vivir su vida libremente. Sus demonios la atormentaron, sus obsesiones fueron parte de ella, la paz iba y venía, ella era la locura.