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“Enhorabuena a los cuatro”, prolífico Sr. Chinarro 

Por Sandro Maciá.

Si hoy me dijeran que mañana me mudo a otra ciudad o, mejor aún, a otro país, no dudaría en empezar a gritarle a la cara a más de uno todo lo que pienso. Sin medida ni rencor, sólo desde la sinceridad absoluta y atendiendo a la necesidad de desahogo que, a veces, nos produce el tener que aguantar la mediocridad de algunos congéneres.

De hecho, aún sabiendo que no hay vuelta atrás en esto de las declaraciones de intenciones o en los arranques de transparencia, cada vez encuentro mayor complicación en el arduo ejercicio de morderme la lengua por no soltar más improperios de los necesarios. Quizá por eso, si bien tampoco he llegado a ser excesivamente malhablado nunca, me esté empezando a sentir sutilmente identificado con la cruda y original poesía de un maestro de la música que hoy vuelve a ser noticia, tras 20 años de carrera, por presentar su nuevo disco: Enhorabuena a los cuatro (Mushroom Pillow, 2013).

De festivo título, este trabajo es obra de un sevillano, conocido por todos, que se hace llamar Sr. Chinarro y que, aunque de puertas para adentro responde al nombre de Antonio Luque, ha conquistado con su pseudónimo a toda una generación –entre los que me incluyo- de enamorados del costumbrismo pop, costumbrismo que en este caso se adorna con las aportaciones y colaboraciones de Zahara, Anni B Sweet, Linda Mirada, La Habitación Roja, Maronda o Ellos, entre otros.

Grabado en los estudios que la marca Red Bull posee en Matadero Madrid, Enhorabuena a los cuatro no parece ser, a juzgar por las declaraciones que el propio autor ha ido haciendo estas semanas, un disco que haya “parido” para que, concienzudamente, pasara a la Historia; sin embargo, el “sello Chinarro” está presente en cada palabra y eso, unido a la producción de Marc Greenwood (La Habitación Roja) es ya garantía de éxito para cualquier seguidor de este sureño que, sin miedo a nada -¡como debe ser!- se centra ahora en el salvajismo y la visceralidad que entraña algo tan simple –a ojos del resto de mortales- como las relaciones de pareja o, siendo menos concreto, el amor en sí mismo.

Con amor o sin él, lo que está claro es que este álbum no será, si así lo esperáis, tan pop como parecía marcar la estela de su afamado Presidente (Mushroom Pillow, 2011), pero ni de lejos esto supone un hándicap para el disfrute de la cotidianidad habitual a la que Luque nos tiene acostumbrados y que, de nuevo, usa como telón de fondo para expresar desde lo más aséptico a lo más reivindicativo.

Dignas de mención son Mal de la cabeza –de aire ranchero-, La Buena y Mañana,Tarde y Noche –más descaradas, estas dos- o Catequesis –educadamente protestante-. A partir de ellas, el paseo por el disco es cosa vuestra. Adelante.

 

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