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Pioneras: mujeres luchadoras en el lejano oeste

Por Vanessa Díez

Cuando vives en el medio rural te das cuenta que la solidaridad es importante para la supervivencia. Así las buenas relaciones con los pocos vecinos que se tienen alrededor pasan a ser de primera necesidad ya sea para obtener ayuda con alguna gestión, para mantener la seguridad o para intercambiar animales o frutos. Cuando uno vive con poco y medio aislado las relaciones sociales nutren el alma, la mejor forma de sanar las largas horas pasadas con uno mismo.

Se están poniendo de moda los farmlit, es decir, los libros que tratan sobre literatura rural (farm=granja), hace poco os hablaba de un farmlit romántico como es “Cambio mis tacones por las ruedas de un tractor” que ha llegado a ser bestseller en el que la autora nos desgranaba su cuento de hadas al enamorarse de un vaquero, se centraba más en el proceso de enamoramiento, boda y sueños de recién casada, centrándose menos en las labores del rancho que desconocía, aunque en algún capítulo se refirió a algunas de ellas más por desconocimiento, por la novedad que aquel tipo de vida representaba para ella. En esta ocasión son “Cartas de una pionera”, las cartas de Elinore son de principios del siglo XX, cuando la gente abandonaba la ciudad del este donde trabajaba por un mísero salario para huir hacia el lejano oeste para conseguir un terreno propio, enfrentándose a esa dura vida.

En este caso la autora tiene correspondencia con su antigua jefa, era lavandera, a la cual le cuenta el descubrimiento de aquella nueva tierra. Desde el trabajo duro en el campo, la comida que cocina para los hombres del rancho, las mermeladas que prepara, la ropa que cose e incluso lo afortunada que se siente por las excursiones que puede disfrutar con su hija a través de la naturaleza salvaje. Ante tan áridas tierras la gente se siente bañada en bálsamo al poder disfrutar de compañía y de algún festejo de tarde en tarde, ya que nunca saben cuándo será el próximo. Así le va descubriendo las relaciones y amistades que entabla con las vecinas, aunque estén a millas de distancia, mujeres recias, fuertes, luchadoras que se ayudan mutuamente frente a la adversidad. Solidaria con la gente como Stewart que primero será su jefe y acabará convirtiéndose en su marido. Cuando el filo entre la vida y la muerte es tan fino uno aprecia el vivir al día, disfrutando los momentos de felicidad que le llegan. Seguirá disfrutando de los pequeños placeres de descubrir tareas y paisajes nuevos, aunque tenga dos hijos en el rancho. Además de solicitar su tierra como desde el principio se propuso. Las mujeres en aquel recóndito lugar deben arremangarse para cazar, lavar, sembrar y acunar.

Se formó de modo autodidacta, no pudo ir a la escuela, pero la lectura le ayudó con el lenguaje, ella misma en sus cartas se disculpa por no saber decir las cosas con menos palabras. Estas cartas han sido impresas siglo y medio después de que el Congreso de los Estados Unidos de América aprobara la norma que permitió a Elinore Pruitt Stewart convertirse en hacendada en Wyoming, si hemos esperado tanto tiempo para descubrirlas deberías aprovechar y remediarlo.  Su vida fue llevada al cine en 1979 en Hertland.

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