La poesía del paisaje
Por Deborah Anton
La editorial Celesta vuelve a apostar por una voz masculina y confesional, de mirada contemplativa, pero combinada con una gran imaginación.
Aunque pudiera parecerlo a simple vista, no es inmovilismo lo que vemos en Errática textura: es una alegría de vivir reposada, una mirada atenta que no olvida que a veces debemos «aplicar el cuchillo a la virtud de las cosas». Se trata de un poemario que pretende contener buena parte del mundo. Contemplamos la inmensidad de lo creado, de lo vivido y de lo soñado, junto con la pequeñez y el absurdo en que nos vemos envueltos a medida que crecemos, permanentemente asombrados pero firmes.
Si una idea queda clara es que existe espacio para la creación dentro de la creación, para tomar cada uno lo que queramos de ese mosaico, de ese puzle inabarcable: la vida es un gran puesto de autoservicio. Vivimos en un mundo ancho y de intercambiables piezas, y no podemos perder el tiempo preguntándonos qué será de lo que no cojamos.
La poesía de Jorge Sánchez López puede recordar al Aleixandre más paradisíaco, al Vallejo más tierno: “El sueño y el selvático cielo / completan la trinidad de nuestra errática textura. / El tiempo siempre enhebra sus agujas / convirtiéndonos en un collar de perlas”. Puede evocar algo ya experimentado y olvidado, o levemente imaginado y descartado, o quizás cercano y a la vez lejano. No importa demasiado, porque “nosotros resolvemos la ecuación con palabras”.
Si nosotros mismos, la vida, nuestra piel y los mapas no son más que capas de lo mismo, entonces Jorge Sánchez López no podría haber elegido un título mejor para su poemario, Errática Textura.