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Historia de los caídos

Por Francisco Gómez.

He leído hace pocas lunas a un escritor español que desconocía y me ha deslumbrado. Su nombre: Isaac Rosa. Su libro: La habitación oscura.

No soy crítico literario. No pretendo serlo pero como lector les recomiendo que lean esta novela, una buenísima muestra de la nueva novela realista española, una enorme metáfora sobre la terrible realidad que vivimos tras el advenimiento de esta crisis económica, social, moral que nos está machacando. ¿Quién dijo que no surgían escritores que reflejasen la deriva en la que estamos cayendo, que no se escribían obras que relatasen nuestras turbulencias? Aquí tienen: «Imposible contar la historias de nuestras vidas en los últimos quince años sin hablar de la habitación oscura».

Retrato de la generación que nació con el baby boom de los 60, a quienes se nos prometió la prosperidad y felicidad ilimitadas y ahora caemos en el desvalimiento de no saber cómo acabaremos en la post-crisis. Sí, todos más miserables económica y moralmente tras los supuestos brotes verdes:

«Cada uno dibujó su mapa del tesoro, porque parecía fácil, porque nos lo habían prometido, porque habíamos nacido para eso; tendría gracia recuperar hoy aquellos cálculos, aquellos planes, romper un rato este silencio para que cada uno contase sin identificarse qué esperaba entonces y qué ha conseguido al cabo de los años».

La novela de Isaac Rosa es coral, el «nosotros», los caídos, los supuestos insectos inmunes a la desgracia en la reconversión del capitalismo: «Esos éramos nosotros en aquellos primeros momentos de turbulencia; espectadores del hundimiento, un público cautivado por el espectáculo del apocalipsis….La Historia se sacudía la modorra del varias décadas y reanudaba su giro, su chirriar de ruedas dentadas y a nosotros se nos daba la oportunidad de ser testigos, en primera persona de un cambio de época».

Necesito que hable el autor para descifrar algunos códigos de tan necesaria novela denuncia, reflejo de una época en reconversión hacia la miseria. Aunque quizás las palabras ya no sirvan para casi nada pues estas hileras de hormigas nada podrán cambiar. Calle, por favor, el supuesto crítico:

«Quién nos iba a decir que la habitación oscura acabaría convertida en un escondite. No ya un refugio, donde ponerte a salvo unas horas: un escondite, un agujero»

«En nuestras reuniones hablábamos de gente sacada por la fuerza de sus casas, de colas a la puerta de los comedores sociales, de pelear por la basura del supermercado, de quien había visto negado un tratamiento en el hospital, de ancianos malvendiendo el joyero familiar, pero seguían sin ser nosotros, no nos servían como estampas con que ilustrar nuestra inquietud, nunca íbamos a vernos así aún teníamos mucho recorrido de caída hasta el suelo».

«Miedo tenían nuestros padres, por nosotros, porque ellos ya se sabían a salvo. Miedo a algo parecido al miedo, desasosiego, podíamos sentir los que teníamos hijos, qué pasaría si todo el mundo hiciese lo mismo, si cada uno excavase un agujero donde meter la cabeza un rato».

Nosotros y ellos, los controladores del sistema. Arriba y abajo, los pobres domesticados y dirigidos y los ricos dominadores de tu vida: «todos estábamos vigilados, y donde no llega la informática lo hacen las videocámaras, y si no, siempre hay algún chivato. «La propia intimidad, nos dijo, es hoy un lujo. otra forma de poder adquisitivo privilegio de unos pocos».

«El mundo se desmoronaba mientras nosotros follábamos felices…» «En cualquier momento llegarán. No sabemos si llamarán a la puerta o forzarán la cerradura sin esperar…»

Lean, amables lectores, «La habitación oscura», aunque no sirva de nada, pese a no poder cambiar nada. Al menos serán testigos críticos y coherentes del nuevo tiempo y sabrán que su habitación oscura no durará por siempre.

 

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