Homenaje de FETE a las mujeres que lucharon por la educación.
por Vanessa Díez
Mi madre me había cosido un vestido precioso. Azul celeste, de corte recto hasta la rodilla y con un escote discreto rematado con un bordado en el cuello. Se había terminado nuestra época de luto y me había dicho que ya era hora de darle color a nuestro día a día. Mi decisión de recortarme el cabello no le había parecido mal, pues era un cambio positivo según ella el volver a dedicarnos tiempo. Ella me había regalado un sombrerito de fieltro marrón, la última moda en París me dijo la dependienta me había dicho. Un pequeño lujo para celebrar que había obtenido el título en tan poco tiempo, después de tanta calamidad. No quería que me dejara la vista en la costura como ella, sólo se entristecía ante la idea de mi pronta partida a un pueblecito en la montaña. Con una maleta partí hacia mi destino.
Aquellas rodillas blancas que ascendían por la escalera central atrajeron mi atención en una época en la que en los pequeños pueblos se iba a la estación a ver los tobillos femeninos, que no provocarían unas rodillas en las mentes masculinas coartadas de libre albedrío sexual. Los lugares más alejados solían ser destinos para mujeres, quizá un modo de castigarlas para que dejaran de ejercer. Atrevidas. Las que soportaran un año en su destino serían unas valientes. Enfrentar lo viejo ante lo nuevo. La llegada de una mujer que no vistiera, pensara y actuara según los cánones establecidos sería una amenaza cuando se supone que la mujer era sumisa y menos que el hombre. Lugares llenos de personas en las que no se habían gastado tiempo en educarlas y tan sólo se dedicaban a trabajar el campo. Muchas de ellas se esforzarían en educar a las hijas, pero también a las madres, aunque tuvieran que enseñarles labores para que asistieran a clase, eran las que presentaban una tasa más alta de analfabetismo.
Ansia de que todos lean en este país. Fue la frase que caló en mí del documental Las maestras de la República. “Una educación pública, obligatoria, gratuita, activa, laica, bilingüe y solidaria que intentaba terminar con siglos de discriminación por razón de sexo o de clase social”. “El 14 de abril de 1931, la República encontró una España tan analfabeta, desnutrida y llena de piojos como ansiosa por aprender. Y los más ilustres escritores, poetas, pedagogos, se pusieron manos a la obra”. Educar en la igualdad transmitiendo valores de igualdad, libertad y solidaridad. Introdujeron la coeducación en el aula y el aprendizaje práctico y experimental frente a las prácticas carcomidas que existían. La renovación pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza se eliminó tras el 39, porque provenía del enemigo, quitando las herramientas que se habían empezado a dar a los hijos de los trabajadores, porque la educación por primera vez llegaba a todos por igual, los hijos de los señoritos serían los que volverían a estudiar como antes y como fue hasta mucho tiempo después.
Con la Constitución de 1931 las mujeres obtuvieron la ciudadanía civil y la ciudadanía política, obteniendo el derecho al voto por primera vez. Sí, sobre la carta magna. Aquella fue la primera semilla, después todo se detuvo. La mujer accedió a la vida laboral incluso a empleos públicos o trabajos tradicionalmente masculinos. Tuvimos incluso la primera mujer ministra de Europa con Federica Montseny. Tras la Guerra Civil la mujer volvió a depender primero del padre y después del marido. Para heredar, para tener una cartilla de ahorros, para trabajar, para comprar y vender, para vivir, para todo. Como antes de 1931. Se volvió atrás en el tiempo.
Las maestras fueron ajusticiadas. Sus cambios en el aula y su forma de vida se consideraban inmorales. Desde unir a niños y niñas en un mismo espacio, lo que se impartía, quitar el crucifijo e incluso no ir a misa. Mujeres pecadoras e impúdicas. Depuración y represión. Encarceladas, fusiladas y las que corrieron con suerte huyeron al exilio. Se recupera el sentido tradicional de familia y la educación vuelve a manos de la iglesia.
Uno de los casos que me encogió el corazón y me hizo un nudo en la garganta fue el de Hilda Farfante. Hija de profesores republicanos fusilados. Todavía recuerda cuando con tan sólo cinco años gritó a su tía “estos son los que mataron a papá y a mamá y te van a matar a ti” cuando los nacionales celebraban haber recuperado su pueblo y salían en procesión.
Cuántas oportunidades nos negaron por adoctrinar durante cuarenta años. Si la generación de los electro duendes lleva el poso católico en las entrañas de sus contradicciones que no será en las anteriores que lo vivieron mucho más cerca. Y las posteriores han vivido un claro retroceso. Claros ejemplos en programas televisivos como Adán y Eva, que aunque desnudos, se mantienen esquemas que anclan a la mujer en el pasado y no la sitúan como mujer libre, además del claro problema de falta de conocimientos de cultura general, incluso el que presumía de culto se le apreciaban carencias. Los medios conservadores puede que se detengan en lo impúdico de su desnudez, cuando es la educación lo más alarmante.
Aún quedan tareas pendientes. Se dieron las bases para “una educación diferenciada según la individualidad del alumnado, siguiendo las modernas teorías educativas basadas en la pedagogía activa, intuitiva e integral, que estimulaban el desarrollo de la personalidad de cada niño” en los años treinta y en toda la democracia ha habido varias leyes educativas que no han hecho más que agravar el problema, la última bastante controvertida, que no han solucionado el fracaso escolar. Una siempre se pregunta si no será mucho más fácil no tener una sociedad crítica preparada para enfrentar a las clases políticas de un modo racional, dejar a la deriva tales herramientas para que la gente no se preocupe por nada más que divertirse y trabajar.