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La intensidad hecha cuento

Por Rubén J. Olivares

En los relatos de Xabier López López descubrimos a un autor que compagina con maestría la capacidad narrativa con la creación de atmósferas de tensión, desasosiego e intriga ante hechos desconocidos, junto a historias de desamor, nostalgia y pasión, pasando por un canto a la literatura y la creatividad de los escritores, y el deseo compartido de escapar de la rutina, de buscar nuevo sentidos al día a día. Bajo esta última premisa se mueve uno de los protagonistas de “Los libros prestados”, obra en la que se recogen cuatro relatos unidos por el trasfondo de la literatura y los libros, pues de alguna u otra forma todos sus protagonistas guardan relación con éstos y estarán presentes como una sombra que sigue a los protagonistas por su devenir.

En la primera de las narraciones que componen el libro “El corazón de la taiga” nos hallamos ante un relato a medio camino entre la novela y el cuento, en el que como en estos últimos, algo en el bosque que atraviesan sus protagonistas, un entorno mágico y diríase que maldito, acecha entre los árboles. La historia, ambientada en un trasfondo bélico, nos conduce a través de la huida de un grupo de hombres, entre los que se halla un catedrático de literatura, a través de un entorno de ensueño, un lugar casi mágico en el que la naturaleza preserva su bella y encanto pese a los horrores de la Segunda Guerra Mundial que se despliegan a pocos metros de este entorno. Poco a poco iremos descubriendo el posible origen de este santuario, en el que un extraño ser acecha, como guardián del bosque, a aquellos que se internan en el mismo, convirtiendo un lugar mágico y entrañable en un bosque en el que el terror y el medio dominan a aquellos que se adentran en él.

Con “La noche de Walpurgis” asistimos al deseo descarnado del señor Andrés, un vendedor de enciclopedias, cincuentón que lleva una vida acomodada, rutinaria y aburrida de escapar de su gris vida y volver a sentir en sus carnes la pasión y el amor a través de la joven bibliotecaria Isabella. Una noche ambos acuden a una cita, donde tras una placentera cena bailarán juntos, quizás demasiado juntos para un exultante señor Andrés que confiado posará sus manos en la anatomía de una Isabella desconcertante que por momentos se muestra esquiva y reacia y por otros indulgente ante un hombre deseoso de recuperar su juventud.

En “Los libros prestados”, narración que da título al volumen, el protagonista, un guionista de televisión siente de repente una pulsión interior que le incita a devolver los libros que posee un su biblioteca personal y que en su día fueron el préstamo de otros lectores. Poco a poco iremos descubriendo que este deseo no es más que la excusa por iniciar un viaje hacia el pasado que le permita reencontrarse con personas que formaron parte de su vida y que ahora le contemplan como a un extraño, tratando de recuperar trozos de un pasado mitificado en el que desea volver a instalarse en búsqueda de un vida más placentera.

El relato que cierra el conjunto de narraciones, “Discurso del método” es una viva reflexión sobre el papel del autor y la creación literaria. ¿Es cierto, como plantea su protagonista, que lo importante no es la obra sino el proceso de creación literaria? Quizás haya una parte de verdad en esta afirmación, en la que el autor vive como una pulsión el proceso de escritura, un acto de exorcismo en el que se libera de aquello que le dominaba para ser libre de nuevo.

 

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