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Gran quinta edición del Low en Benidorm

Por Sandro Maciá

Corrían los años 70 cuando la costa Benidormense, con su Levante y Poniente, presenciaba el auge de un turismo que, con la internacionalización por bandera, hacía de la ciudad alicantina la sede de la fiesta, la diversión, el relax y el ambiente chic –“fiesteramente chic”, entiéndase-.

Quizá fue su clima, quizá su fama en plena época del destape, quizá el convertirse en escenario de las localizaciones de algunas series británicas… Varias pudieron ser las razones que hicieron de este enclave un punto de referencia estival, pero seamos sinceros, queridos compañeros, en nada queda cualquiera de estos “musts” veraniegos si nos centramos en el nuevo atractivo que tiene Benidorm desde hace cinco años: el Low –antes Low Cost- Festival.

Casi con la misma rapidez con la que Pajares y Esteso corrían tras las suecas, este evento se ha convertido en una cita obligatoria para todos los amantes del indie que, ya vengan de otras localidades españolas o de otros países allende nuestras fronteras, quieran disfrutar de un festival que ha ido creciendo física (escenarios, instalaciones…) y conceptualmente (uso del sistema electrónico identificativo en sus pulseras, método de pago vía PayPal… ) año tras año.

Con un número de asistentes que superó los 75.000 lowers y habiendo supuesto –ya puestos a hablar de aumentos- un mayor impacto económico para la ciudad que en anteriores ocasiones –según declaraciones de la propia organización del festival-, la quinta edición del Low destaca por haber sido, nuevamente, un ejemplo en organización que se tradujo en mínimas aglomeraciones y en unos controles de acceso dignos de mención, métodos que, por otra parte, suscitaron alguna polémica en cuanto a las normas de entrada y salida a según que horas.

Sin embargo, poco pensamos los allí presentes en todo este protocolo –que siempre se agradece, cómo no- cuando comenzó la experiencia Low estrictamente dicha, es decir, la puesta en escena de los más de 100 shows que componían el cartel.

De lo nacional a lo internacional y del disfrute de los artistas que ya se sabían como apuesta segura a los improvisados descubrimientos que siempre surgen tras acudir a ver aquellas bandas menos conocidas, así podría definirse un combo de sensaciones que comenzó el viernes 25 de julio de la mano de un “duelo” entre lo patrio y lo extranjero, o sea, entre lo que dieron de sí los conciertos de Iván Ferreiro y Vetusta Morla frente a los de The Hives y Holy Ghost!, actuaciones que se complementaron, entre otras, con las de unos simpatiquísimos Sidonie –devoto me declaro, más aun tras verlos en directo, de muchos de sus temas de Costa Azul y El Incendio-, unos animados We Are Standard y unos canallas León Benavente.

En cuanto a los cuatro pesos pesados antes citados, difícil resulta declarar como ganadores a unos u otros, por lo que el duelo quedaría en empate si, siendo justos, atendemos a que Vetusta Morla triunfó en cuanto a enérgica muestra de incombustión –sinceramente, si los dejan, a día de hoy estos chicos aun estarían sobre el escenario y sin ver el fin-, a que The Hives nunca decepciona, a que Ferreiro en concierto siempre sabe como pasar de la alegría a la conmoción como nadie –recuerdos a un lado- y a que Holy Ghost!, aun con cierta ñoñería y estando más cerca de un concierto propio que de un festival, salieron airosos frente al público.

El sábado, con una segunda jornada que congregó a más lowers que el día inaugural, fue la noche indiscutible de Massive Attack. La banda de Bristol, considerada por crítica y público como los creadores del trip-hop, demostraron que la edad no siempre se traduce en vejez sino en un saber estar exquisito sobre las tablas, con un porte y una capacidad de transmisión emocional que pocos grupos logran y que, con varias reivindicaciones político-sociales y un despliegue digno de su nivel –que podría haber sido usado más como complemento artístico que como display al estilo de mitin político-, nos hicieron olvidar, ya degustando la sensación, el cansancio que empezaba a hacer mella en nuestros cuerpos.

Sin pasar página, esta misma noche continuó con uno de los conciertos que mejor representó el concepto de hacer propio un espectáculo sin descontextualizarlo del clima festivalero y sin perder personalidad: Editors. Desde Gran Bretaña llegó la banda de Tom Smith para triunfar en suelo benidormense, de igual modo que lo hicieron, durante este 26 de julio y cada uno en la medida de sus posibilidades, unos Corizonas –aun quedándose casi a medias por motivos de horario-, unos enérgicos Second y unos fiables –con ellos, fiesta asegurada- Elyella Djs.

Ya en la recta final, el domingo amaneció para los más madrugadores al ritmo de los Djs que fueron pasando por el escenario Beach House Victoria de la playa de Levante hasta que, llegadas las 14.00 horas, hizo su entrada triunfal Maronda y, con un envidiable directo que sacó a relucir que los versos de Pablo, vocalista y 50 por cien del dúo, son tan certeros y tremendos que ni el calor del momento ni el tener la playa a escasos metros fueron motivo suficiente para dejar de disfrutar de temas como Vivimos en democracia, Volverás, El ruido eterno o He hablado con ella. Éxtasis absoluto casi a la orilla del mar, eso fue lo que nos hicieron vivir los Maronda en una actuación que superó con creces a otros supuestos “grandes consagrados”.

Posteriormente a la soleada experiencia músico-playera, el recinto del polideportivo Guillermo Amor, como ocurrió el viernes y el sábado, vibró otra vez. Ahora, con el pop clásicamente adorable de los Niños Mutantes –una gozada oír en la voz de miles de personas su Errante o sentir la rabia gamberra de su Te favorece tanto estar callada, entre otros temas-, con los acordes de Kaiser Chiefs -¡sí! Siguen en forma y estar quieto en un concierto suyo es poco menos que un pecado mortal- y con la maestría de La Habitación Roja, también veteranos y con unas ganas imparables de seguir mostrando al mundo que su arte va a más –como ejemplo, bastó escuchar cómo suena en directo una coreada y emotiva Indestructibles… Belleza, no hay otra palabra-.

Finalmente, no sin citar a otros que hicieron de esta last night un momento inmejorable para clausurar el festival (véase Palma Violets, The Royal Concept o Izal, por ejemplo), destacó en este 27 de julio el hiperactivo –y, por fin, más visual- show de Love of Lesbian.

Con un Santi Balmes que, al borde del infarto –él, por moverse, y nosotros por intentar seguirlo con la vista-, hizo un repaso por los principales singles del grupo (Noches reversibles, Me amo, Club de fans de John Boy, Algunas plantas, Si tu me dices Ben yo digo Affleck…) y logró que la diversión se impregnara a una velocidad brutal, contagiando un buen rollo, una alegría y una admirable empatía que sólo se vio empañada por su abuso de las mismas bromas de siempre y la repetición continua de unas reivindicaciones tan manidas como ya conocidas para los que les hemos visto en directo varias veces en los últimos años…

Benidorm vuelve a ser indie, a ser tan nuestro como la música que cada año nos acerca a su costa… Costa a la que llegaremos, si todo va bien, en el próximo 2015, para vivir unos días en los que ser haremos gala de ser, otra vez, lowers.

 

 

 

 

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