Como Cortés floreciente, abril es Nicaragua
Por Deborah Antón
No habría un modo más humilde de titular esta obra. El ejercicio, el propósito, nos resultan, por otro lado, extraños. Poética de la simpleza consiste en una reunión de poemas escritos en su mayor parte en forma de diario. Como lectora, comienzo preguntándome por qué: poca información aporta, en principio, la fecha al final de un poema. Lo que esto consigue, en mi caso, es condicionarme para sospechar que se les ha dedicado poco tiempo; que el autor estaba siempre pensando en el poema siguiente, en la fecha siguiente. Y hay, efectivamente, cierto descuido, ciertos aspectos sin concluir, sin limar, en la obra. Cierta aspereza. Sobrevuela todo el rato la impresión del intento, del objetivo, del boceto. La pura reflexión. No sabemos si esto es bueno o malo, aunque, lo reconocemos, resulta muy libre.
Hay obras en las que uno, como lector, no consigue entrar. No se sabe bien por qué. Quizás el caso de Poética de la simpleza sea como el de una de esas canciones ligadas a las raíces, a los misterios, al sentir de los pueblos, y se entra o no se entra, se baila la conga o no se baila; se deja uno arrastrar por la alegría, o no. El libro, en ese sentido, no deja de ser una celebración de varios motivos: la poesía y la amistad, la primavera, cierta “nicaragüidad”, don Quijote y Hernán Cortés; sin que haya, en mi opinión, demasiado hilo conductor entre ellos.
Nos quedamos con una imagen que quizá sea la clave de la obra: “La simpleza como un diario que no escribe nadie / y sin embargo es”.