UA101349465-1

todasfiestas_g

Obra ganadora del Premio de Poesía Joven RNE 2013

Por Deborah Antón

Una de las cosas más difíciles de aceptar es que la vida no es un videoclip musical o un spot publicitario. Que no existe la elipsis, que la armonía es rara y que los colores brillan menos. Yo misma, como Juan Bello, “olvidé la piel en aquel atardecer en tecnicolor”. Entonces, con nuestros ojos abrasados por el mito, “tendemos a refugiarnos en lo cotidiano”. Pero a veces, sólo a veces, la realidad supera la ficción, y algunos momentos nos sorprenden con una fuerza despampanante, extraordinaria.

Todas las fiestas de mañana es un álbum de recortes sentimental dividido en cuatro partes: “Novela lluvia”, “Cintas de cassette”, “La orilla abolida” y “Cosas que caen”. Contiene algo de decadencia y de nostalgia, de auténtica necesidad de apurar la vida y de enmarcar los momentos. “Un idioma para las estatuas / y otro para los barcos: estatuas arrastradas / por el mar. Y lunes verdes de uralita / alquiladas por turistas: paisajes exóticos”. También existe una naturaleza en declive, en soledad, que se reinventa. “Los árboles harán suceder el paisaje”. “El cielo de septiembre es sutura. / El sol es únicamente atrezo”. Y además está, sobre todas las cosas, la urgencia de comunicación: “No respondes al teléfono. Distancia. / Silencio acumulado como / zapatos de tacón en un escaparate”. Se diría que la urgencia de comunicación procede del aislamiento, como en este poema llamado “Hopper”: “Esta mañana es / un cuadro de Edward Hopper, / con todo ese realismo / perfectamente diseñado / para encerrar al observador”.

Lo vivido nos ciega, nuestro universo es frágil, el tiempo nos devasta y se repite. “Imposible asir el aire / que cae por la ventana abierta”. Todas las fiestas de mañana nos esperan, pero ¿dónde estaremos nosotros?

 

Share This