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Secretos de familia

Por Vanessa Díez

Aquella casa oscura, llena de olores nauseabundos y humedad no te abandonaba ni en la distancia. Las heridas son más profundas porque eras una niña y te las provocó tu abuela, la que debería haberte arropado y protegido del mundo. Ella tan sólo te dejó en un rincón como un animalito salvaje, al final te revelabas a su poder implacable, a su ira, a su rabia, pues no sabías la razón de que te tratara como si fueras la culpable de su desgracia. El pasado ya te había marcado y tardarías mucho tiempo en descubrir la razón de todo aquello, ella ya se habría ido cuando los secretos y los fantasmas se alejaron de tu mente y de tu corazón.

Antonieta no comprende a las mujeres de aquella casa, su abuela y sus tías, son implacables con ella ni cariño ni comprensión para una niña que sobrevive sin su madre en un mundo de adultos. Llega el día que su tía Sagrario la rescata de aquel pasado oscuro y se la lleva a vivir con ella, a partir de aquel día conocerá y aprenderá a amar a La Gilda viviendo en su mundo de color y fantasía, pues su tía es artista y es mantenida por un novio adinerado en la Barcelona de los años 60. Con estos ingredientes Gloria Martín nos adentra en Cuando yo era Antonio Molina una historia de familia, de secretos, de mujeres, de todo aquello que han estado dispuestas a hacer y callar para salir adelante, para no sufrir apuros y hambre, de los resentimientos que quedan entre esos silencios, de las almas cargadas de culpas que sufren y pagan con otros inocentes los pecados del pasado, sin saber perdonar lo que ya se hizo.

Una novela entrañable. La dureza de una época vista a través de los ojos de una niña. Antonieta no comprende, pero con el tiempo lo hará y aprenderá a ir soltando los demonios. Mientras nos muestra aquel verano en que disfrutó del folcklórico mundo de su tía, aquel que la había arropado y protegido. Ambas tan parecidas debían encontrarse para quererse, pues Antonieta se había quedado sin su madre y su tía era la única que podía ofrecerle un hogar. De fondo la tragedia familiar, el dolor que todos llevamos dentro, la copla y la vida, pues pase lo que pase el espectáculo debe continuar, algo que los artistas saben muy bien, aunque estés rota por dentro, aunque se te haya muerto alguien, aunque no puedas más de dolor, sonríes (dientes, dientes) y muestras tu actuación al público, aquel que te da la vida con su fervor y sus aplausos, sin mostrarte, dejando los jirones para las mantas que te hacen de camerino.

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