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Low 2015, refrescante ola de pop e indie

Por Sandro Maciá

Un año más, Benidorm despierta de su letargo y las ventanas de sus rascacielos ya no sólo reflejan sol, sino vida. Vida intensa y frenética, como la que se forma a partir de la gente que pasea por las calles, de los miles de turistas que abarrotan los pubs, de los cientos de coches que circulan sobre su calzada, de las decenas y decenas de tiendas y chiringuitos que hacen jornadas non-stop al ritmo de la muchedumbre… En definitiva, vida de verano, de vacaciones y ¡de alegría!

Sin embargo, en este mes y no en otro, la ciudad mediterránea que tantas veces ha sido referente de ocio y fiesta más allá de nuestros mares, a todo lo atractivo que supone su amplia oferta de actividad continua, suma una cita que se erige como el ineludible punto de encuentro y “highlight” veraniego para los amantes de la música y la cultura indie-pop de España, en particular, y del mundo entero, en general: el Low Festival.

Cumpliendo ya su séptima edición sobre las tierras de la costa alicantina y volviendo a tomar las instalaciones –muy bien aprovechadas, por cierto- del polideportivo Guillermo Amor, este festival, a lo largo de sus tres días de celebración (24, 25 y 26 de julio), ha permitido, nuevamente, exportar el nombre de Benidorm a todos y cada uno de los rincones del país, volviendo a ser uno de los eventos destacados en la temporada estival y revalidando una condición de referente musical que, concretamente en este 2015, viene avalada por una repercusión mediática envidiable y por una asistencia de público que ha superado los 70.000 “lowers”.

Como suena: 70.000. Esa ha sido la cifra de fans absolutos de la buena música que hemos sido partícipes de un Low donde se ha rozado la perfección en lo organizativo –atención exquisita a Prensa, innovador sistema de control de pago de consumiciones y de control de entrada y salida mediante tecnología RFID integrada en la pulsera, app para Smartphone…-, pero en el que, además, se ha seguido apostando por hacer del apartado artístico un reclamo que aumenta su calidad progresivamente y que, aun sin menospreciar la importancia de un buen “know how” a nivel de staff, es en sí el valor que hace de este festival una apuesta segura.

¡Y tan segura! Apuesta ganadora, diría yo, pues ya desde el principio de la primera jornada se fue sucediendo un lleno tras otro en cada concierto, conformando una dulce y empática masa de lowers que comulgaron a golpe de grito y baile con grandes como Kasabian –impecables Tom Meigham y los suyos sobre el escenario Budweiser presentando su álbum 48:13 y repasando hits de su amplia trayectoria-, The Strypes –que hicieron lo propio, ya en plena madrugada, sobre el escenario Ron Matusalem-, Izal –que no nos dejó con ganas de escuchar en directo La mujer de verde, así como tampoco escatimaron en ofrecernos Copacabana como adelanto de su nuevo trabajo-, Zahara –que recorrió los temas de “Santa” con su simpatía e ironía habitual-, Blue Joy –muy dignos rompedores del hielo inicial sobre el Budweiser en su inauguración-, o Biznaga y Perro -estos dos últimos, vibrantes y salvajemente guitarreros sobre el escenario Wiko-.

Cerrada la primera jornada, por todo lo alto, de la mano de Ley Dj y su mix de indie y electrónica y Grises, el sábado no fue menos intenso. De hecho, no pudo haber mejor bienvenida que la recibida por parte de Eladio y Los Seres Queridos, primeros artistas de una tarde marcada, entre otras actuaciones (como Él mató a un policía motorizado), por los versos sureños de Grupo de Expertos Solynieve –magistral (re)interpretación de Déjame vivir con alegría- y por una transición hacia la noche que, si bien empezó con la admirable elegancia de L.A., fue adquiriendo matices más viscerales con Nueva Vulcano y terminó por arder con The Libertines.

Como era de esperar, Pete Doherty y Carl Barat no fueron especialmente pausados, sino todo lo contrario, ya que se entregaron al público presentando nuevo repertorio –sirva Gunga Din como ejemplo- y recordando un hit que no podía faltar -¡a Dios gracias!- y que encandiló a todo lower que se precie: Music when the lights go out.

Ahora, que si de encandilar hablamos, pese a no ser nada desdeñables las espectaculares actuaciones de Yelle –baile total, con cambio de vestuario incluido y muchas ganas de hacer saltar al público-, The Drums –con Bel Labs como apertura-  o la brutal sesión de cierre de ElyEll Djs, Dorian fue la banda triunfadora. Así, sin paliativos.

Marc Gili y sus compañeros fueron, simplemente, gloriosos. Tema tras tema, demostraron que aquellos jóvenes que dieron la vuelta al país con A cualquier otra parte han evolucionado a un ritmo admirable. Prueba de ello fue que, si su Diez años y un día ya emociona y suena bien de por sí en grabación de estudio, adquirió vida propia sobre el escenario, en un directo –con instrumentos orquestales incluidos- que casi nos hace llegar al estado de éxtasis más ferviente al escuchar, entre otras, La mañana herida, La tormenta de Arena, Soda Stereo, Arde sobre mojado, El temblor o Arrecife –última incorporación a la familia de tracks del grupo-. Gozada.

Ya en la recta final del festival, el domingo estuvo marcado por la apertura del escenario Budweiser con Nacho Vegas, por el que también pasaron unos enérgicos Supersubmarina –gran lección de pop, la que dieron estos chicos con arrolladora simpatía y acertada selección de canciones: Ana, Niebla, Arena y Sal, XXI, Cientocero, etc.-, el marchoso dúo The Raveonettes, y una de las formaciones más esperadas del fin de semana: Foals, quienes presentaron What Whent Down, single de su homónimo nuevo disco, cuyas canciones se estrenaron en dierceto, para gusto del público.

Junto a ellos, mención especial merece en esta última jornada la actuación de Jero Romero, la apertura de la tarde con Mi Capitán y el arriesgado pero inmensamente personal y dulcemente eléctrico –casi más que electrónico- concierto de La Bien Querida, que llevó sus temas a una nueva dimensión, al paraíso de los sintetizadores y la distorsión, versionando en esa nueva clave rítmica himnos como De momento abril, Corpus Christi o 9.6, e interpretando composiciones ya nacidas en ese tono “sinte” como Poderes extraños, Vueltas, A veces ni eso, Carnaval, Muero de amor…

Con todo esto, ¿cómo no iba a ser este Low, como decía uno de sus hashtags, #LowIrrepetible? ¡Pues vaya si lo ha sido! Y eso que, puestos a detallar, aun podríamos estar inmersos en los dulces recuerdos de este fin de semana tantos días como horas nos separan la próxima edición. Por eso mismo, salivando ya y deseando que este empiece a dar señales de vida pronto, nos descalzamos las zapas reventadas de tanto baile y vamos pensando en comprar un nuevo para… ¡el Low 2016!

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