De una belleza y lírica sobrecogedora nos cuenta la experiencia con el SIDA de una aldea china
Por Rubén J. Olivares
Cuando la muerte llega a la aldea Ding recorre sus calles, barriéndolas como el viento barre las hojas en otoño. Sus habitantes desaparecen como la arena entre los dedos. La extraña enfermedad de la fiebre lleva días acechando a sus habitantes y tan rápido como aparece, los afectados desaparecen. La enfermedad es un misterio para sus habitantes, aunque sólo saben que la enfermedad apareció hace ochos años cuando sus habitantes empezaron a vender sangre por unos pocos yuanes, llevados por una nueva fiebre que asoló a la aldea: la del dinero fácil. Narrada en primera persona por el pequeño Xiao Qiang, la novela, de una belleza y lírica sobrecogedora, nos sumerge en la historia de la aldea Ding, una más de las aldeas afectadas por el caso de la sangre contaminada de SIDA de la provincia china de Henan. Los habitantes de éstas, animados a vender grandes cantidades de su sangre con la que los comerciantes de ésta (a menudo vecinos de la propia aldea sin conocimientos médicos) se enriquecieron y prosperaron, se convierten en víctimas de la mayor epidemia de SIDA del país. Abandonados por las autoridades, sus habitantes sólo pueden esperar la muerte y tratar de vivir sus últimos días con tranquilidad.
Henan, la provincia donde nació Yan Lianke, sufrió en la década de los 90 las terribles consecuencias del plan gubernamental de compra-venta de sangre que acabó infectando a miles de campesinos que vieron en el comercio de su sangre una oportunidad de obtener ingresos extras, cayendo en manos de comerciantes sin la debida formación sanitaria que contribuyeron a expandir inconscientemente el virus del SIDA.
Yan Lianke, nativo de la provincia de Henan, describe con desgarradora maestría este suceso que el gobierno de China trató de ocultar durante años, favoreciendo con ello la propagación de la enfermedad ante la ignorancia de aquellos que vendían su sangre y a quienes se administraba. Como señala el autor en su Epílogo, esta novela está escrita con un “…intenso dolor…”, unido a la desesperanza que éste sintió al terminar su obra que considera como un “…legajo de dolor y desengaño…”, un dolor que comparte con los lectores en un acto de denuncia de unos hechos que no debieron ocurrir jamás.
La muerte, el dolor, la injustica, la corrupción, la avaricia, la mentira, la ignorancia aparecen narradas con sinceridad y simplicidad con un tono pausado, un ritmo lento y una vista panorámica poética, pues entre el horror y el dolor de la situación, Yan Lianke es capaz de ofrecernos un rayo de luz que ilumina con preciosas imágenes la llegada de la primavera y el verano, estaciones de esperanza y de renovación de la vida, permitiendo la irrupción del amor dentro de una comunidad desgarrada por la muerte. El hecho de que la novela esté narrada en primera persona por el joven Xiao Qiang dota a ésta de una belleza especial, consiguiendo incrementar aún más el tono de la tragedia que sufrieron sus habitantes, dotándola de una elegancia y sinceridad brutal, al mismo tiempo que irónica.
Una aproximación a la realidad de sistema sociopolítico de China, que en la novela retrata lo peor del mismo: el silencio y la censura de un sistema totalitario y la despiadada codicia y avaricia de un capitalismo capaz de comerciar con seres humanos obviando sus consecuencias. Imprescindible para aquellos que deseen conocer un poco más la realidad oculta del gigante asiático.