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Salvar al otro antes de salvarse a uno mismo, amor.

Por Vanessa Díez

Puta y homicida. Encerrada, enclaustrada, asfixiada. Sin salida al mundo real, ya todo había perdido el tempo del exterior, se arrastraba hacia aquel ambiente lúgubre. Dónde penar era lo adecuado, al son del viento o del arduo mar bajo el acantilado. A base de whisky para soportarlo, de dejarse ir, pues ya nada tenía sentido, no había remedio para ella era una perdida que nadie podía salvar, aunque la adoraran desde la distancia haciendo de sí un mito.

Marian Taylor está superada por el desamor. Su última relación con un hombre no la ha llevado a ninguna parte, han quedado como amigos, pero ella necesita un cambio. Su trabajo como maestra de francés no es suficiente. Decide romper con todo. Un anuncio en el periódico le da la excusa perfecta para alejarse de la civilización, necesitan una institutriz en Gaze, un paraje remoto situado en la costa irlandesa, famoso por su belleza, el castillo situado junto a los acantilados le parecerá un enclave desolador, una atmósfera de mal augurio.

No debe impartir clases a niños, “aquí no hay niños” le dice la señora Crean-Smith frente al fuego, junto a la licorera de whisky. Se verá libre de “pequeños imbéciles” como le decía su amigo Geoffrey en una de sus cartas. Será dama de compañía de la señora, pero como querían alguien con formación pidieron una institutriz para estar seguros. Lecturas en francés y charlas.

Los primeros integrantes de la casa: Jamesie, Gerald Scottow, Evercreech y Denis Nolan serán los que le vayan dando las pistas de las reglas del juego, del que no es conciente al llegar, pues tan sólo le advierten que los detalles prácticos no deben mortificar la tranquilidad de la señora, más tarde se entrevistaría con ella.

Hannah Crean-Smith es la princesa en la torre que espera ser rescatada, dejando crecer sus cabellos para arrojarlos para su futuro rescate, pero tampoco se siente con derecho a ser rescatada y cuando le procuran la oportunidad no cree que pueda abandonar su destierro. Iris Murdoch mezcla los cuentos, la novela gótica, la religión y la filosofía para ofrecernos esta historia. Siempre he pensado que uno debe escribir de aquello que conoce y con Murdoch se me demuestra, pues como doctora en filosofía no se notan forzados sus personajes que divagan filosóficamente y que ven en la protagonista el sacrificio representado de todos los demás. Pues Hannah es el Unicornio, al que el título hace referencia, animal mítico símbolo de virginidad y pureza, al que la tradición ha identificado algunas veces con la imagen de Cristo, es decir, de quien tuvo por misión cargar sobre sí los pecados de la humanidad (ref. prólogo).

Iris Murdoch tiene influencias de Platón y de Simone Weil. La escritora proviene por parte de padre de una familia de granjeros presbiterianos y por parte de madre eran anglicanos, aunque fuera educada en colegios progresistas y estudiara en Oxford el poso religioso familiar se tenía que amalgamar de algún modo con el camino que ella eligió para la enseñanza. El unicornio es su séptima novela, publicada en 1963, tenía cuarenta años cuando la publicó. Novela muy interesante, que nos hace pensar, identificándonos con los personajes que gravitan alrededor de Hannah que son los que nos muestran la acción, la vida a la que ella había renunciado, todos la observaban, todos se atormentaban procurándole la salvación.

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