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Poética de lo impersonal

Por Deborah Antón

¿Nunca os ha llamado la atención, en el cole, cuando estudiabais gramática, que las oraciones impersonales más puras fueran las que estaban relacionadas con los fenómenos atmosféricos? Llueve. Nieva. Hace frío. ¿Quién realiza la acción? ¿Qué es lo que hace frío? Eso. Y eso es precisamente la vida, impersonal por definición. Los humanos no somos el centro del universo: hemos sido invitados por él a participar en algo que es capaz de existir perfectamente sin nosotros. Algo que existe como un círculo, en su perfecta forma, sin principio ni fin.

Eso, de la danesa Inger Christensen, es una descripción poética exhaustiva del origen del universo, de todas las fuerzas que intervienen en su creación, y del papel que nosotros jugamos en él. Nosotros, que sí somos el centro de nuestro universo, nos sentimos tan importantes que tenemos la cualidad del aburrimiento, el don del desencanto, la maldición de la mentira: todo eso es nuestro, nos lo hemos inventado nosotros. Hemos creado vínculos y más vínculos para perdernos en ellos, para no saber por dónde empezar. Se ponen en contacto entre sí y por eso no pueden evitar, por ejemplo, devorarse mutuamente para poder consumirse mutuamente el resto de sus vidas. A veces sentimos miedo y nos blindamos; creemos que nos protegemos. Hemos creado la comunicación y su contrapartida: el ser humano, no siendo el único ser dotado del poder de la comunicación, es, sin embargo, el único que puede decidir no comunicar. Todo es una «ficción social». Esperan en lugares donde viven mientras esperan. Esperan para vivir mientras esperan. Viven para vivir. Mientras esperan. Viven para vivir. Mientras viven. Mientras esperan. Mientras viven. Esperan. Viven.

Al principio era el caos, un Prologos en el sentido más etimológico del término (antes del logos, del ‘habla’, de la ‘palabra razonada’); así comienza Eso. Y experimental como era, digamos, el mundo entonces, es el lenguaje minucioso de la autora. Todo se ordena. En su propio mundo. Se coordina, se subordina, se supraordina. Como si fuese cuestión de un sistema. Prefija y sufija. Como si se tratara de un centro.

Después del Prologos pasamos, claro, al Logos, dividido en tres partes: «Escenario» (Como el puro ser donde no hay nada); «Acción» (Hay personas que desde hace tiempo tienen brillantes conocimientos / sobre el sentido común del justo reparto de beneficios / Sin embargo creen que la amistad de los pueblos / puede vivir de explotación discursos y aire) y «Texto» (Cada paso que daban dejaba una marca en la arena. Las llamaron huellas. Ahora podían ver con mayor facilidad por dónde habían andado). Aquí se va desgranando Eso: el universo; se va conformando una maquinaria compuesta de ideas y de misterios, y la autora juega constantemente con el lenguaje, con el ritmo y con la forma de los poemas, como si fuera arcilla que estuviera modelando. Por otro lado, no deja de estar presente, de fondo, un cierto tono de denuncia social.

La obra queda rematada, completada, con un Epílogos. Es el gran final, in crescendo, inmenso, poderoso, alrededor de eso, alrededor de lo que es y de lo que pudo ser.

Me ha parecido un libro fascinante, maravilloso, lleno de imaginación, de riesgo, de enseñanzas, de cultura, de poesía. Eso es una joya nórdica, muy alejada de la literatura que conocemos, pero debería ser un libro de cabecera, de lectura obligatoria. Bravo por las editoriales que se deciden a traducir autores diferentes de los habituales.

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