Nuevo disco de Napoleón Solo
Por Sandro Maciá
Al defender un concepto puede caerse en el error de la copia, la repetición o la simplicidad. Pues, seamos sinceros, argumentar algo desde el punto de vista de la originalidad, resulta tan complicado que, incluso, roza lo imposible.
Sin embargo, cuando en esto de ser original y querer justificar una acción, se tiene la gracia oportuna para hacer de la explicación una obra en sí misma, no sólo se quedan fuera de juego toda intención de repetir o perpetuar lo que otros ya hicieron, sino que se deja ver la verdadera intención por traer a este mundo algo nuevo.
Y así lo han hecho los chicos de Napoleón Solo en su nuevo disco, un trabajo que da sentido a toda mi ristra de palabras iniciales al ser en sí mismo la obra que concreta y explica su espectacular y claramente arriesgada hazaña: la homenajear a la inversa, la de dar forma a un tracklist desde la creatividad pura y dura para narrar lo que para ellos podría haber sido la vida –o no, ¿quién sabe?- de una figura tan inspiradora como desconocida, Máximo Ruíz Ferrer.
“Queríamos hacer un homenaje al revés” –explica la banda-. “Siempre se hace un homenaje a alguien muy conocido. Se hace para continuar lo que hizo esa persona, pero en este caso es poner la inspiración en boca de un señor que no conocimos”.
De esta premisa, nacen los diez capítulos, en forma de canciones, mediante los que Napoleón Solo recrean una fantasía sobre “las pasiones, descubrimientos, creencias y otras revelaciones que acontecieron en la vida de Máximo Ruíz Ferrer y en la de los demás seres que habitaron en él hasta su repentina despedida”, un recorrido por la vida de un personaje cuyas señas de identidad no son más que las que se cruzaron en el camino de José, el bajista del grupo, en forma de esquela: su fecha de defunción y una foto.
Pocas señas, sí, pero gran homenaje el que los granadinos –bendita tierra- han sabido tejer alrededor de esta icónica –y desconocida- referencia, aun con grandes contratiempos que les llevaron a tener que sobrevivir a maratonianas jornadas de 24 horas non-stop en las que la música era el único horizonte visible, pues estaba presente en la elaboración del propio disco, pero también en el trabajo de enseñanza en el conservatorio de Jaén, segunda actividad que debía compaginarse con la propia grabación de los temas.
No obstante, tal confluencia de tareas acabó por ser el nexo de unión entre una historia y un estilo, siendo el constante contacto con la música clásica de escuela lo que marcó los sonidos de la decena de cortes del tracklist de Máximo Ruiz Ferrer (Ernie Records, 2015) y trazó la línea maestra, de mágico eco, que vertebra el espectáculo de instrumentos (cuerdas, percusión, aire…) y coros que dan forma a composiciones como la espacial “Matamuertos y La Cruel”, la vivaracha “Las cinco como siempre” (“no me inventes de esta forma / no quiero ser tu sombra / y además / úsame si esto te importa”), la potentemente estructurada “Del Amor perdido” (“no puedo hablar del amor / me han dicho que nos es importante”), la sutil y eléctricamente iniciada “Llegó el verano”, la dulce y costumbrista “Emilia y Pepe” o la infinita –chapó la amplitud de sus sonidos- “La leyenda de la persona libre”, entre otras.
Grabado en La Alpujarra, Huétor Santillán y Peligros con Carlos Díaz (Producciones Peligrosas) y con las colaboraciones de compañeros como Annie B Sweet o José Sánchez, Máximo Ruiz Ferrer persigue el detalle hasta en su apariencia, siendo de agradecer que la edición del disco cuente con un diseño compuesto por dibujos de Kate Teale, que dan forma al bonito libreto de canciones.
Peculiar homenaje, buen trabajo.