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Poesía con nombre de mujer.

Deborah Antón

Recientemente ha habido una polémica en torno a unas declaraciones de Chus Visor que creo oportuno traer a colación aquí. Se trata del siguiente fragmento de una entrevista realizada al editor por El Cultural:

P: También niega la mayor, que exista un importante movimiento de poesía femenina en España, a pesar de las Rosetti, Andreu, Ana Merino, Elena Medel, a las que ha publicado.

R: Sí, pero no tiene nada que ver que sean mujeres. Lo siento, pero creo que la poesía femenina en España no está a la altura de la otra, de la masculina, digamos, aunque tampoco es cosa de diferenciar. Desde luego, si vas a coger a las poetas desde el 98 para acá, es decir, todo el siglo XX, no ves ninguna gran poeta, ninguna, comparable a lo que suponen en la novela Ana María Matute o Martín Gaite. No hay una poeta importante ni en el 98, ni en el 27, ni en los 50, ni hoy. Hay muchas que están bien, como Elena Medel, pero no se la puede considerar, por una Medel hay cinco hombres equivalentes.

(Link a la entrevista en El Cultural: http://www.elcultural.com/revista/letras/Chus-Visor-Dicen-que-los-novelistas-son-vanidosos-pero-hay-cada-poeta/36667)

Pues bien, yo creo que antologías como la que nos ocupa hoy son necesarias para, a la larga, evitar declaraciones de este tipo. Salvando las comparaciones innecesarias (tan inoportuno como inútil me parece comparar la poesía de mujeres y hombres como la poesía novel con la poesía senior o el teatro con la gastronomía), el hecho es que las mujeres también escribimos: siempre lo hemos hecho, aunque no siempre se nos haya visto, o aunque hayamos tenido que renunciar a nuestro nombre y perder nuestra identidad. Justamente, en el prólogo de la antología, Antonia Víñez cita a Paul Klee: “El arte no muestra lo visible, hace visible”. Y esta antología nace con la intención de hacer visibles a 16 mujeres. Sus nombres: Amaya Blanco, Ana Isabel Alvea, Ana Pérez Cañamares, Ana Rodríguez Callealta, Carmen Moreno, Inma Calderón, Isabel de Rueda, Isabel Ordaz, Josefa Parra, Julia Conejo, Luisa Futoransky, Olga Bernad, Raquel Lanseros, Rocío Hernández Triano, Rosario Pérez Cabaña, Rosario Troncoso (la antologadora) y Sara Castelar Lorca.

Bien es cierto que el hecho de que históricamente no se nos haya visto no deja de tener ciertas implicaciones; por ejemplo, que las mujeres en general tengamos algunas características en común a la hora de canalizar nuestro arte, características que posiblemente nos acercan entre nosotras y nos alejan de los autores masculinos. Con todo, me parece que esas señas de identidad, conforme va avanzando la sociedad, van quedando cada vez más diluidas. A este respecto, añade Antonia Víñez: “No sé si esto es ‘poesía femenina’, ni me preocupa mayormente en este momento el gran debate cultural, ni la etiqueta comercial. (…) En este caso, los textos estan firmados por mujeres, diferentes, unidas en un mismo formato quizá para que apreciemos, aún mejor, la singularidad de cada una de ellas”.

Por tanto, no se me ocurre mejor motivo para recomendar esta obra que el interés que puede suscitar conocer el trabajo que está realizando una selección de poetas mujeres, muchas de ellas de renombre y profesionalmente en activo. Soy muy partidaria de la libre experimentación, de la reunión en antologías, de dar a los autores y autoras la posibilidad de darse a conocer y de aparecer en un libro en la compañía de otros participantes, posiblemente amigos. La red de poetas actuales es infinita y una antología es un buen punto de partida para acometerlas.

Es notorio también que el libro ha querido ser una obra hermosa, tanto por dentro como por fuera. El título quizás sea un poco cursi, pero si las mujeres no nos permitimos el gustazo de ser cursis si nos apetece, ¿quién lo hará?