Maronda y sus Vibraciones
Por Sandro Maciá
Puede que sea cierto eso que dicen de que conocer a alguien es fácil, pero que llegar a quererlo con sus defectos y virtudes es lo realmente complicado. No lo dudo. De hecho, puede que quizá por eso, cuando más avanza la relación con aquellos de los que vas aprendiendo y vislumbrado la totalidad de sus facetas, más difícil resulta partir de una objetividad plena y de una visión neutra.
Bien, lo acepto, pero, siendo sensatos. ¿No es esta, en realidad, la mejor manera que tenemos de llegar a ser más críticos? ¿No es, el conocer ya previamente algo, el primer paso para, en lugar de dejarnos llevar por la subjetividad, tener un referente sobre el que poder ahondar con un mayor conocimiento de causa? Pues sí, así es y, le pese a quien le pese, yo me quedo con esta segunda parte de tal vomitera filosófica, con esta segunda idea, que ha sido la que me ha permitido volver a profesar un amor profundo por cierto dúo, ya viejo conocido de nuestras páginas: Maronda, gozosos autores de un flamante “Vibraciones” (Autoeditado-Crowdfunding, 2015).
Siendo padres de dos trabajos como ‘El fin del mundo en mapas‘ y ‘La orfebrería según los místicos’, bien podría parecer que, en el caso de Pablo Maronda y Marc Greenwood – cuerpo y mente de la formación-, juega en contra el factor objetivo, pues puede partirse de la presunción de que, alcanzado ya un nivel como el que muestran estos proyectos, poco ha de esforzarse el conjunto por hacer algo nuevo y digno de mantener la estela ya extendida. Sin embargo, lo que ocurre al entrar en contacto con su nueva obra es todo lo contrario.
Y es que, aun pudiendo contar con la ventaja de vivir de las rentas adquiridas de la admiración ya sembrada en los oyentes con sus anteriores “cedés”, estos jóvenes consiguen que, desde el primero hasta el último de los cortes de Vibraciones, se respire algo nuevo, algo distinto. Es decir, logran, sin perder la esencia que marca y define a algunas de sus composiciones cumbre -recordemos Volverás, Vivimos en democracia o Cambiada-, ofrecernos en sí, acorde a acorde, una serie de motivos por los que seguir queriendo descubrir hacia qué nuevos derroteros puede dirigirse su música y de qué maneras pueden ir contando diferentes historias.
Con un aire más eléctrico y potente, lo que ahora encontramos en este nuevo capítulo de la historia de Maronda es un conjunto de canciones que supuran energía -sirva como ejemplo Brindar con detergente, un primer corte de comienzo guitarrero y marcadas baterías, que, paradójicamente abre el disco con una clara y contundente despedida- y que se desarrollan a través de metafóricos versos, magistralmente rimados -rescatamos, por ejemplo, algunos de Nefertiti: “tu, que por los siglos de los siglos/ te has vendido al único postor/ que te ha hecho el favor/ de hablar sin pudor/ de sus sentimientos/ encontrados / mal dispuestos”-.
Pero no sólo esto. En Vibraciones también hay lugar para canciones de tipo más íntimo, para temas en los que la melodía fluye con suavidad entre cuerdas, vientos y cascabeles que respaldan la voz de Pablo y sus reflexiones -cabe destacar Pastoral de tierras baldías y la poéticamente reiterativa terminación de sus estrofas-; así como para composiciones que recrean historias protagonizadas por dos voces, como ocurre con el genial Quemando cromo, primer single del disco y estupenda confrontación de situaciones al ritmo de distorsión, reverberados coros y certeras frases, interpretadas por el propio Pablo junto a Marina Gómez, voz de Klaus & Kinski y portadora de una demoledora sutileza en su intervención -”he vuelto con el chico aquel/ está de más que lo menciones/ él viene a verme a fin de mes/ y solamente en vacaciones”-.
Nuevo disco, nueva celebración. Maronda nos va a hacer vibrar… ¡y yo encantado!