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Evocar paisajes y lugares exóticos de un tiempo pasado

Por Rubén J. Olivares

Hay novelas que, por desgracia para los lectores, pasan inadvertidas y condenadas al olvido. Es el caso de Xaimaca, novela evocadora de paisajes y lugares exóticos de un tiempo pasado, emuladora del color, temperaturas tropicales y melodías lejanas que ambientan un sugestivo relato de amor entre dos jóvenes. De nuevo los lectores y amantes de la literatura tenemos la oportunidad de disfrutar de una novela intensa y emotiva en su relato, una lección magistral de literatura en cuando al estilo narrativo de Güiraldes, un poema hecho narrativa, plagado de imágenes oníricas que embelesa desde la primera página hasta la última.

¿Qué es Xaimaca? Una novela, un relato de viajes, un puñado de notas de un joven aventurero, un relato de una historia de amor juvenil de otra época, un poema narrado, una colección de fotografías en prosa, aunque Xaimaca es la suma de todo esto y mucho más. Esta novela es una a las que Güiraldes dedicó más tiempo en su elaboración antes de decidirse a publicarla. Este tiempo de madurez, reflexión y revisión por parte de su autor se refleja en la calidad de sus páginas, en lo detallado de sus descripciones, en lo insinuante de sus páginas que nos transporta a un paraíso cercano perdido en un tiempo que hoy nos queda lejos y nos evoca románticos viajes en barco, la aventura de un amor romántico. Todo ello bajo un contexto de un mundo que vivía bajo el clima de la I Guerra Mundial, pese a la lejanía que ésta guardaba para Sudamérica, pero a la que sus protagonistas no son ajenos, refugiándose en el viaje de placer que todos comparten, disfrutando de la juventud que sus protagonistas viven, dejándose atrapar por una intensa historia de amor.

Xaimaca se nos presenta como un diario de viaje escrito por un joven aventurero, que es invitado por un amigo junto a la hermana de éste. Hasta aquí una historia banal. Pero poco a poco descubrimos que el protagonista se llama Marcos Galván, quien se ha embarcado en un viaje hacia Jamaica que empieza un 28 de diciembre de 1916 en Buenos Aires. Más adelante, en el relato emerge el tren, escenario de romances, intrigas, un billete hacia otros mundos. El tiempo pasa a lo largo de la novela y el viaje continúa. Aparece la figura de la pareja, el binomio – Peñalba/Clara Ordóñez –, el amor entre Clara y Marcos, aduanas, nuevos países, Valparaíso, el Pacífico, el Mar Caribe, otros tantos paisajes y puntos en los que desembarcar y embarcar, hasta llegar a su destino final, la isla de Jamaica, donde el amor florecerá en todo su esplendor.

Güiraldes nos narra un viaje que parece quedar suspendido entre el cielo y las playas del Caribe, con una narrativa que más que prosa es un conjunto de poemas por los que el tiempo no pasa y que no se refieren a ningún punto geográfico en concreto. Cada parada, cada puerto, cada ciudad implica un pequeño viaje dentro del viaje principal, un ritual de iniciación dentro de un ritual mayor cuya clímax estalla en Xaimaca, un lugar en el que el espacio y el tiempo quedan suspendidos, lo nuevo, lo viejo, la narrativa y el viaje, un viaje cuyo principal interés es la escritura, la narración de Güiraldes. Esta novela es más que un pequeño libro de viaje, un conjunto de notas, de poemas en prosa, imágenes o fotos narradas. Una novela madurada lentamente, meditada por años, escrita con una refinada estética. Resulta difícil clasificar esta novela y en ello radica el interés de la misma: la imposibilidad de encasillarla.

 

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