ARCO, exitosa edición a sus 35 años
Por Sandro Maciá
Digestión hecha. Dulce, rica y placentera digestión, hecha. Y no, no me refiero al delicioso bocadillo de calamares o a los buñuelos de bacalao que, obligatoriamente, son caprichos de rigor en mis escapadas a Madrid. Más bien, si de digerir hablamos justo esta semana, es en lo que se refiere al gusto –¡ah, he aquí la paradoja!- por otro placer también sensitivamente atrayente y, según en boca de quién se nombre, de aires más terrenales o más abstractos, como es el arte.
Y es que, en efecto, siendo el mes que es y en las fechas que nos encontramos, no podríamos dedicar estas líneas a otra cosa que no fuera la habitual cita con el reconocimiento a la expresión artística, con el acontecimiento de acontecimientos, con la feria de ferias y con lo más de lo más de este sector: ARCO MADRID, un evento anual que, desde la ciudad del Manzanares y con la vista puesta en el planeta entero –y viceversa-, ha congregado este año a más de cien mil amantes del arte –quedándose algunos sólo en el paso de amar y llegando, otros, a dar el salto al mundo de la adquisición, convirtiéndose así en coleccionistas-, en una edición tan especial como inolvidable, la de su 35 aniversario (1982-2016).
Increíble, pero cierto. 35 años ya… Tres décadas y media de vanguardia, contemporaneidad y placer audiovisual en sus facetas más diversas y expresivas. Siete lustros de camino, de un camino que aun quedando bien lejos de la meta –de todos es sabido que ésta, si no se ha alcanzado, es porque aún está a una distancia de otros tantos años más-, ha ido bifurcándose y ensanchándose sin perder su paralelismo con el horizonte, sin olvidar hacia dónde quiere conducir a todo aquel que quiera transitarlo… En definitiva, un trayecto que, lejos de ocasionar el desgaste del transeúnte a cada kilómetro, mantiene vivo el espíritu de quien decide unirse a la marcha, como se ha podido observar en todas y cada una de las actividades que del 24 al 28 de febrero han formado el extenso programa de la expo en cuestión, ubicada en las dependencias de los pabellones siete y nueve de IFEMA, pero sentida y presente en toda la ciudad.
Apuesta por nuevos talentos, curiosas performances, galerías de todo el mundo, etc… Nada faltó. Incluso, se tornó complicado poder disfrutar de la totalidad de la oferta que el equipo comandado por Carlos Urroz, Director de ARCO, propuso para unos cinco días en los que las iniciativas clásicas y características de la feria se combinaron con nuevas ideas y ámbitos.
Así, los allí presentes pudimos ver cómo coincidieron bajo un mismo techo grandes galeristas de reconocido prestigio y sustancial influencia en el arte contemporáneo internacional, todos ellos presentes en alguna de las ediciones anteriores y, este año, homenajeados mediante la deferencia hacia su merecido protagonismo a través de la sección Imaginando Otros Futuros, creada para el reconocimiento de la importancia de su participación en la historia de ARCO. Homenaje, éste, que complementó al tradicional Programa General –compuesto por 167 galerías-, a las obras de Opening -18 en esta ocasión- y a las de los Solo Projects -18 también-, todo ellos por obra y gracia del criterio del Comité Organizador, encargado de conformar la suma de las 221 galerías procedentes de 27 países.
Una internacional suma de la que resulta imprescindible destacar la confrontación entre formatos, enfrentando a la inmovilidad –física, pues a nivel de fuerza, intención y expresión no hay concepto artística y estéticamente más vivo- de obras como el retrato perforado de Anne Karin Furunnes (Galerie Anhava), el colorido Relieve XV de David Margán (Galería Cayón) o el vaciado sobre madera de Man with cigarrette de Stephan Bankenhol (Galerie Forsblom), con el dinamismo de las impactantes performances de Emilio Rojas (José Delafuente) –quien, completamente desnudo, se dejaba observar mientras le iban introduciendo en una “jaula de palets”- y El beso de Tino Sehgal (Marian Goodman) –que supuso la recreación de este momento entre una pareja a oscuras, sumergiendo al espectador en la oscuridad misma al tener, éste, que introducirse en una habitación sin luz alguna para presenciar tal muestra de amor en directo-.
Al margen de soportes, formatos y la variedad de las piezas expuestas –nexo de unión entre la feria y grandes entidades del país que toman a ésta como el campo de estudio sobre el que investigar para sus programas de adquisiciones, como es el Museo Reina Sofía, Fundación RAC, Colección Helga de Alvear, etc.-, la búsqueda de nuevas formas de fomentar el coleccionismo sigue siendo una constante en ARCO, lo que supone un valor añadido para los propios interesados en invertir o para los aún bisoños en el área, pues bajo esta premisa es como nace la iniciativa de NH Hoteles o Land Rover –por citar algunas empresas decididas a impulsar el apoyo a la compra mediante premios-, y la novedosa y acertada decisión de invitar, esta vez, a una treintena de jóvenes coleccionistas que pudieron gozar de un programa adaptado, más acorde a sus preferencias y estilo.
Como colofón, el 35 Aniversario de ARCO ha logrado, bajo el proyecto comisariado por Javier Hontoria y con la colaboración del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que Madrid fuera parte de la propia exposición, desarrollando una red de colaboraciones entre galerías locales y entidades que han aportado su grano de arena en el proceso de acercar el arte al ciudadano. Fehaciente ejemplo de ello han sido las intervenciones específicas en espacios institucionales como El Museo Arqueológico Nacional, el Museo Nacional de Antropología, el Museo Naval, Museo Casa de la Moneda, el Museo Cerralbo, Estudios. Tabacalera, el Museo del Romanticismo, Casa Árabe y la Embajada de Colombia.