A dead season, primer Ep de Delobos.
Por Sandro Maciá
Se acabó la imposibilidad de vagar hasta los derroteros más profundos de un Oeste teñido de aromas a whiskey. Pongamos fin al temor del disfrute de la ensoñación causada por el desliz de las frías cervezas por nuestra garganta al ritmo de una buena guitarra. Terminemos, de una vez por todas, con el brutal descaro de quien relacionó el salvaje aullido con la metafórica idea de cantar mal. Porque, ¡eh!, amigos y compañeros, no todo está perdido, aún hay quien goza de un pelaje de raza y quien, con la luna por guía, traza su senda con ahínco; aún hay gente como Delobos.
Y es que, aún habiendo nacido como banda en 2012 –fruto la unión entre los inquietos Raúl F. Mingorance y Juan Soler “Kantz” (ambos componentes de Tenpel) y de la posterior incorporación de Nacho Romero y Luis Fuentes-, su joven trayectoria es inversamente proporcional a la autenticidad del estilo que cultivan, ofreciendo una de las apuestas más sinceras del panorama actual al conseguir consolidar un estilo blues, rock y alternativamente soul. Una condición propia que, aún partiendo de unos inicios más acústicos y menos elaborados, ha terminado por fraguarse bebiendo del folk americano –en su vertiente rock- y dando lugar a una contundencia sonora que, aun no dejando cerrada la puerta a la futura evolución que pueda llevar cabo una formación viva y cuya forma no deja de perfilarse, se hace palpable en el trabajo que estos días presentan, su primer Ep: “A dead season” (The braves records, 2016).
Compuesto por tres temas grabados en directo entre Scots Records (Madrid) –con Diego Gila, también encargado de mezclar y masterizar el material- y el estudio Kraken de la Caverna de Amores (Málaga) –con Gonzalo Presa, encargado de las voces-, A dead season, además de suponer ya el afianzamiento del grupo como tal, es un debut a la altura de unos buenos aulladores. Un primer paso hacia su definitiva carrera y la consecución de que cada vez más gente decida calzarse las botas, afilar las espuelas y disfrutar de delicadas cuerdas que adornan estrofas previas a explosiones de voz y potente percusión –como ocurre en Now you go solo, donde el suave comienzo, casi a modo de lamento, va creciendo sigilosamente-, de melodías arropadas por sutiles coros y ritmos más “blues” –óigase Underneath de oak- o de las alegres idas y venidas de una letra bien cantada y espectacularmente acompañada por un alegre conjunto de vivas y “folkies” percusiones y guitarras, como sucede en Crescent Moon, último corte, pero no menos relevante.
¿Listo para aullar como antaño hiciste con Fink, Tom Waits o The Black keys? Adelante.