Otro punto de vista de la Argentina de la dictadura.
Por Rubén j. Olivares
El beso de la mujer araña es una de las obras más aclamadas del escritor argentino Manuel Puig quien haciendo honor al título de la novela logra tejer una fina e invisible red que atrapa al lector desde el inicio de la misma y de la que resulta difícil librarse hasta finalizarla. Prohibida por la dictadura militar argentina durante los años 70, la misma fue redactada por su autor desde el exilio y publicada en 1976, convirtiéndose en el mejor exponente literario del peculiar estilo de Puig, centrado en el diálogo y la fuerte carga emotiva y psicológica de sus personajes, lo que la convierte casi en un guión de cine más que en una novela, a lo largo de la cual iremos descubriendo la intensa pasión que Puig muestra hacia el cine.
La novela es la historia de dos reos que comparten prisión en una cárcel argentina durante la época de la dictadura por diferentes motivos. Por un lado tenemos al homosexual Molina, condenado por corrupción de menores al ser acusado de intentar seducir a un joven y por otro a Valentín, un preso político condenado por sus actividades subversivas contra la dictadura argentina. Ambos deben compartir el espacio de su reducida celda y sobrevivir a sus condenas, ante lo cual el cinéfilo Molina, convertido en una moderna Sherezade comenzará a narrar a Valentín viejas películas que marcaron su vida y con las que revive las historias de amor y desventuras de sus protagonistas femeninas, logrando con ello forjar poco a poco una profunda amistad con el revolucionario Valentín, amistad que a lo largo de la novela dará paso poco a poco a una relación mucho más intensa a medida que éste caiga en la red tejida por Molina y acaben entregándose el uno al otro, hasta el punto de contaminarse mutuamente con sus ideas sobre la homosexualidad y la política revolucionaria. Paralela a esta historia de amor que se forja entre ambos presos, Puig nos desvela una subtrama encubierta que, como en las mejores películas, nos deparará sorpresas que el lector tendrá que descubrir y que tendrá un final inesperado para ambos amantes.
El estilo de Puig es muy cinematográfico dejando caer el peso de la trama en los diálogos de los personajes y en el narrador omnipresente que, como en una voz en off de una película, es el encargado de introducirnos en esta historia de amor entre ambos presos. A recrear esta atmósfera de película contribuyen las narraciones de Molina (casi una proyección literaria de las mismas), el uso de las líneas de puntos que hallamos a lo largo de cada escena (señal de que se inicia una nueva secuencia temporal que asumimos al descubrir que tras cada uno de éstos parece haber pasado un día más), el uso de las notas a pie de página que actúan como una voz de narrador, con las que Puig introduce diversos fragmentos sobre estudios de sexualidad y homosexualidad, iniciando un metarrelato paralelo a la historia que nos permite comprender mejor la relación entre ambos presos o la irrupción de nuevos personajes en escena, como los carceleros o las entrevistas de Molina con el alcaide de la prisión. Pero sin duda alguna el momento culminante de esta narrativa cinematográfica lo hallaremos en el desenlace de la novela, desenlace que, como en toda buena trama cinematográfica, dará un giro inesperado a la historia de ambos protagonistas.