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La democracia en los nuevos tiempos.

Por José Luis Sola Marín

Unos de los debates en ciertos ámbitos politológicos y políticos se centran en exponer las diferencias entre la democracia representativa y la democracia participativa. En este sentido, ciertos grupos o movimientos sociales y políticos exponen las ventajas de ésta última sobre la democracia representativa, negando que ésta pueda calificarse de Democracia.

En primer lugar, hay muchos aspectos que se han de mejorar en la Democracia representativa, pero ni la democracia participativa es la panacea ni la democracia representativa se la puede calificar de  irreal. Las políticas públicas deben siempre orientarse hacia los ciudadanos y deben tener éstos la posibilidad verdadera de poder fiscalizar a la clase política. Medidas como la transparencia de las administraciones públicas, el acceso a la información o la mejora de la participación ciudadana son buenas medidas al objeto de conseguir dicha implicación para lo ha sido necesario la expansión de las tecnologías 2.0.

Pese a que algunos sectores políticos pueden argumentar que democracia es poder votar 4 años, realmente la democracia es además de ejercer el derecho de sufragio pasivo y activo cada cuatro años, hay que añadir otros aspectos como el derecho de huelga, el derecho de manifestación o el derecho de asociación.

Es probable que todos aquellos que quieren la “Democracia Real” porque el modelo actual es distante de toda la ciudadanía, quizás no se hayan percatado que no toda la población quiere participar activamente, otra parte no maneja las tecnologías 2.0 y podría ser excluida si todas las medidas se articulan a través de la red. Los asuntos de lares-publica son difíciles y seguramente no toda la ciudadanía tiene los conocimientos necesarios para intervenir en tales menesteres ¿cómo alguien sin conocimientos en gestión pública, ingeniería, economía o leyes puede decidir el presupuesto, el Plan General de Ordenación Urbana o el lugar por donde irá una carretera? Es éste, por otra parte, el fundamento de la Democracia  Representativa, el ciudadano con su voto traslada a sus representantes la toma de decisión, después de trabajar durante una jornada completa no sería lógico que éste tuviera que decidir cómo las partidas presupuestarias o los sectores del Plan General de Ordenación Urbana, para eso están los políticos y los técnicos a los cuales hemos encomendado una gestión a través del voto.

Desde mi punto de vista, creo que es necesario aumentar la participación política puesto que mejorará la cultura política y la vida ordinaria del pueblo; pero dicha participación debería de canalizarse a través de las asociaciones y organizaciones (sindicatos, colegios profesionales, partidos políticos, asociaciones de empresarios, consumidores…) ya que esto permite fortalecer la sociedad civil de forma sectorial. Es lógico que la Administración debe de dotar a dichas organizaciones de herramientas y de formación acorde a sus necesidades y facilitar que dichas organizaciones puedan colaborar activamente. No podemos tampoco negar la participación de ciudadanos particulares que tal y como recoge la ley actualmente ya pueden dirigirse a las Administraciones Públicas.

Daniel Innerarity es catedrático de filosofía política y social, investigador IKERBASQUE en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Doctor en Filosofía, amplió sus estudios en Alemania, como becario de la Fundación Alexander von Humboldt, Suiza e Italia. Ha sido profesor invitado en diversas universidades europeas y americanas,  recientemente en el Robert Schuman Centre for Advanced Studies del Instituto Europeo de Florencia, así como en la London School of Economics. Actualmente, es Director de Estudios Asociado de la Fondation Maison des Sciences de l’Homme de Paris.

 

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