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luciagonzalez_gConcierto de Lucía González en Las Cigarreras

Por Sandro Maciá

Señoras y señores, he de reconocerlo: me han engañado. Sí, sí, como leen. Yo, que presumía de no dar un paso sin haber contado los tres anteriores y que, a base de juntar letras sobre textos como el que ahora observan, me creía sabedor y firme observador de todo cuanto ocurría a mi alrededor, he terminado siendo el último en descubrir que, durante toda mi vida, he vivido envuelto en una gran mentira.

Y es que, tras haber crecido creyendo y defendiendo a ultranza que, según marca la tradición, no hay regalos más especiales que los que recibimos de los tres y archiconocidos Reyes Magos cada seis de enero, el 22 de enero descubrí -¡ah, canallas, qué callado os lo teníais!- que en la ardua tarea de regalar cosas bonitas hay alguien que llega a superar a sus Majestades de Oriente. Alguien que, lejos de lo material, sabe cómo hacer entrega de algo tan valioso como su ilusión y alegría; una persona que, no siendo nueva en nuestras páginas virtuales, sí llega con una novedad digna de mención: su recién estrenado disco. Una artista de los pies a la cabeza que, con una infinita sonrisa como seña de identidad, responde al nombre de Lucía González.

Admirada por todo aquel que haya tenido la suerte de disfrutar de sus directos y con una legión de seguidores que crece concierto tras concierto -hasta el extremo de conseguir colgar el cartel de “entradas agotadas” en todas sus actuaciones-, la joven cantautora ilicitana, ya ducha en embelesar a sus fieles desde escenarios no poco importantes –véase, por ejemplo, L’Espai Escènic del CEE L’Escorxador (Elche)-, se estrenó el pasado viernes en las instalaciones del Centro Cultural Las Cigarreras (Alicante), siendo La Caja Negra de dicho complejo el lugar escogido para obsequiarnos, a los más de 200 espectadores que allí nos congregamos, con las nuevas historias, vivencias y reflexiones que dan forma a un trabajo tan propio y personal como sus anteriores discos: Sensamientos, un álbum nacido de la artística conjunción de las sensaciones, pensamientos y sentimientos que ella misma tamiza, a golpe de melodía y verso, a lo largo de 16 tracks.

Allí, desde las 21.30 horas –momento de una divertida y triunfal entrada “a lo vedette” que ya vaticinaba que mal, precisamente, no lo íbamos a pasar a lo largo de las siguientes horas-, Lucía se aferró a su guitarra, de igual modo que nuestra atención lo hizo a su voz, para emprender un dulce viaje por, entre otros, “sensamientos” tales como: la cotidianidad –real o figurada, como se entrelaza en la trama de La Lola, la Reme, la Sole y la Mila-, las declaraciones de intenciones –bonita teoría, la del punto final, en Hoy por fin-, la melancolía de no poder retener aquello que quisiéramos  –como ocurre en El tren de y diez-, la amistad –homenaje doble, con Amigas y Berta-, el cariño y la admiración a los seres queridos –emotivas, a más no poder, las interpretaciones de Con todos mis respetos, Pequeña y grande Lucía (con pequeña y grande colaboración incluida) y Te quedas y estás (estelar coro que, seguro, llegó a escucharse hasta en el cielo de Orión)-, y la felicidad que genera saber que amar es tan puro como libre –así lo vivimos con No hay horario para besos y con el bolero Sin condición-.

Además, sin obviar el continuo reconocimiento brindado a los músicos que la acompañaron, la noche fue transcurriendo entre risas, bailes y momentos para el recuerdo –¿quién podría aburrirse en un concierto suyo?-, en una velada donde la compositora e intérprete, cuya evolución técnica y artística se palpa en cada nueva actuación, también tuvo tiempo para llevarnos a dar una vuelta por La calle del marqués, hacernos suspirar bien fuerte con Ay, deleitarnos con una versión de Algo contigo y hacer un bis con Quiero, canción que marcó el final del evento.

Final, por cierto, que supuso una explosión de felicidad, un colofón perfecto para un concierto donde, a pesar de estar rodeados de paredes teñidas de negro, Lucía y sus Sensamientos brillaron intensamente.