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Una crónica húngara

Por Rubén J. Olivares

Una apacible tarde de primavera de 1936, en una acogedora cafetería céntrica de Budapest, el escritor húngaro Frigyes Karinthy merendaba  ante un aromático café, mientras hojeaba el periódico y permanecía absorto en sus pensamientos. De repente, sorprendido, empezó escuchar el silbido de un tren, algo raro porque en aquella época sólo quedaban tranvías eléctricos en la ciudad. El ruido se repetía con una cadencia de 10 minutos. Al terminar su merienda,  Karinthy había llegado a la conclusión de que éste no procedía del exterior. El silbido estaba en su cerebro. Algo estaba mal en éste.

Al ruido de los trenes se añadieron más tarde jaquecas, vértigo, náuseas y desvanecimientos. Una visita al oftalmólogo confirmó lo que Karinthy  ya sabía (en una visita a un hospital psiquiátrico ya había visto a un paciente aquejado de lo mismo y reconocía en el espejo la misma expresión del paciente): tenía un tumor cerebral.

De este modo empieza su novela, situándonos en el momento en el que experimentó los primeros síntomas de su enfermedad – escuchando el sonido de un tren que sólo él podía oír -, dando pie a la narrativa de una obra en la que seremos coprotagonistas de todo aquello que  Karinthy sintió, qué es lo que sus allegados le decían sobre su deterioro – cómo su letra empezó a ser ilegible e incomprensible para el resto, menos para él mismo que era incapaz de percibir este deterioro -, y de la odisea médica que padeció hasta su fallecimiento, visitando a numerosos médicos y siendo sometido a múltiples pruebas para tratar de dirimir qué es lo que tiene y cómo podría tratarse.

La grandeza de este libro radica en que no se limita a ser un testimonio en primera persona del proceso de deterioro de la enfermedad y el tratamiento al que fue sometido, ni es un canto a la vida que se recree en el cliché de “disfrutar de cada día como si fuera el último”, ni una crítica a la hipocresía que inunda la sociedad. Este libro transciende todo esto, Karinthy nos describe todo lo que le ocurre con serenidad, como si fuera un espectador de la enfermedad de otro. Con ello logra despertar en el lector la curiosidad, el deseo de conocer que es lo que le ocurre, que le hacen y qué consecuencias puede tener todo este proceso en su salud.

Gracias a esta distancia que Karinthy establece, logra escribir un libro que tiene mucho de científico – casi un tratado de neurocirugía en algunos de sus pasajes – y muy poco de sentimental, pero ante todo es una obra escrita excelentemente, en la que quedamos atrapados por la narrativa, la expresividad y la magistral capacidad de comunicarnos un hecho tan trascendental como es el tratamiento de un tumor cerebral, sin sentimentalismos ni tragedias. Esta novela está repleta de pasajes llenos de ironía, de un humor negro que equilibra los momentos trágicos de la novela. Aunque por momentos Karinthy se enreda en reflexiones y digresiones más extensas de lo necesario, éste libro es una muestra de la capacidad narrativa de uno de los autores húngaros más interesantes del siglo pasado y una muestra de por qué merece la pena acercarse a su obra.