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Nuevo disco de Futuro Terror

Por Sandro Maciá

¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! Años y años escribiendo sobre las bandas que van soltando “pepinazos” a lo largo y ancho de nuestro país y resulta que, ahora, me toca entonar mi más sincero “mea culpa”, a estas alturas, al no haberme topado antes con el saber hacer de tres salvajes lanzadores de hits de esos que te pegan en la cara sin que los veas venir… De esos que salpican sin que los puedas evitar, vaya.

Pero bueno, que si hay que hacerlo, se hace. Por eso, heme aquí, en estos momentos, enmendando mi falta de vista -¡che, qué bien traído para un gafapasta miope de los de libro, como yo!- a golpe de teclado para compartir con todos aquellos torpes o despistados de oído lo nuevo de un trío que, aún llevando tiempo en esto de ofrecernos contundentes chutes en forma de canción bajo el nombre de Futuro Terror, llegan hoy a las páginas de Letrasenvena con su recién estrenado Precipicio (BCore Disc, 2017), sucesor de “Su nombre real es otro” (BCore, 2016) y “Futuro Terror” (Discos Humeantes, 2014).

¿Alegórico nombre? ¿Reto encubierto? ¡Qué más da! Lo que aquí importa es que estos tres creadores de trallazos, lejos de saltar al vacío sin saber si llegarían a estrellarse contra el suelo, han sabido llevar a buen puerto su desenfreno, haciendo de la contención un ejercicio bien distinto a la represión y dando forma a un disco que, sin un ápice de conformismo -y nacido, según las propias palabras de quienes los presentan, “con puntualidad y disciplina de trabajo estajanovista”- supone una evolución en su carrera.

Ritmos propios, melodías concretas, cortes de duración óptima y veloces estructuras son algunas de las señas que podremos identificar en cada uno de los diez temas de garaje, punk y powerpop que componen “Precipicio”, es decir, en cada sincero golpe sobre el tablón que lanzan estos incansables fans de tomar el culto al amor y el desamor como un eje sobre el que ir recreando un paisaje inquietante donde no falta la crítica al capitalismo y la post-modernidad, como puede apreciarse desde la inicial y homónima Precipicio –brutal batería, brutal comienzo:“¡todo sigue sin hacer!”- hasta la final Eurasia ya no es nuestra –entre ágiles cuerdas y baquetas se suceden  evocaciones a la imaginería soviética, como ocurre también en Aelita y El Paso de Dyatlov-, pasando por Se encerró -¿queríais guerra? ¡toma hitazo!-, Tumba de cristal –menos salvaje, pero igual de contundente- y las directas Espíritu, Urgentes, Aburrimiento sin ti e Insectos devorando, siempre con la reivindicación revolucionaria como horizonte al que mirar.

En definitiva, un trabajo que, además, no sólo no pierde la esencia del grupo sino que, grabado y mezclado por Álex Román en Harri Sound y masterizado por Martín Ballesta de Last Punch Mastering (Glasgow), cuenta, también, con un planteamiento que roza la sutileza de lo enigmático, gracias, en parte, al Artwork de María Gea.

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