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Por Ana Olivares

Las voces de un pasado que clama justicia

Tras su debut con “El invierno más largo”, Cecilia Ekbäck regresa con un nuevo thriller histórico lleno de intriga: La Oscura luz del sol de medianoche -me gustan sus artificiosos títulos-.

Esta novela cumple con todos las características del llamado “estilo nórdico”: un tiempo perfectamente medido donde el argumento y la disposición de la trama mantienen cierta tensión argumental; algo lenta pero persistente, incluso inquietante. Enmarcada por paisajes en los que la naturaleza se muestra bella e indómita, semejante al espíritu de las viejas tribus que habitaron Laponia en el siglo XIX.

Nos situamos en el año 1855 en Suecia, cuando el Ministro de Justicia de Estocolmo recibe un telegrama alertando sobre una matanza acontecida en una aldea cerca de la montaña de Blackåsen (región central de Laponia). Por eso le encarga a Magnus, su yerno y geólogo, que investigue el caso y de paso, se asegure de que éste sólo es un hecho aislado y no una estratagema de los indígenas para sabotear la venta de unos yacimientos de hierro que el rey de Suecia les ha apalabrado. Por último, como favor personal, le pide que sea discreto en su empresa y que se lleve consigo a su hija Lovisa, como castigo por algún motivo desconocido.

Sin embargo, la novela está narrada a tres voces. Por un lado tenemos a Magnus Stille, huérfano acogido por el Ministro; marcado por una cicatriz y de semblante serio, e inteligente. Después está Lovisa Rosenblad, su cuñada, una joven obstinada que esconde un secreto personal que ha marcado su destino. Y con una visión más autóctona encontramos a Biijá (Ester), anciana perteneciente a la tribu de los Sami que decide quedarse en la aldea para rendir luto a Nila, su marido y antiguo chamán de la tribu. En su viaje interior será testigo del atroz hecho: han asesinado al sacerdote, a un oficial y un colono a sangre fría dentro de la propia rectoría.

Por tanto, conoceremos la verdad de esta historia a través de tres visiones diferentes entre sí.

Encontramos una trama elaborada, donde los hechos históricos se funden con la ficción en una época en la que las tribus de Laponia estaban siendo colonizadas y se encontraban en pleno proceso de sedentarización. Hombres y mujeres que veneraban la naturaleza y creían en la magia son reemplazados por  los colonos y sus costumbres, con su opresiva religión y sus normas. Lo que en parte es una crítica implícita de los conflictos sociales entre ambas realidades.

El ritmo de la novela es lento. Conforme desvelamos algunas incógnitas, nos vamos acercando a la necesidad de ahondar en cada detalle que pueda ayudarnos a comprender qué causas motivaron esos asesinatos. Todo ello bajo una especie de atmósfera onírica que te transporta a paisajes que son un regalo para nuestros sentidos donde la Naturaleza aún es dueña de sí misma.

Ahora que llega el frío, os recomiendo que cojáis una manta y elijáis un lugar confortable en el que poder disfrutar de La Oscura Luz de la Medianoche.

 

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