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Toulouse presenta Montemarte

Por Sandro Maciá

¡Más Toulouse! Así, tal cual y con lo puesto, volvemos a emprender un viaje tan sensorial como el que hicimos hace un par de meses. Tan especial como los trayectos que se realizan a golpe de canción y letra. ¡Y tan original como resulta el hecho de comenzar el periplo sin pisar la localidad francesa! Porque a nosotros, más allá del turisteo y la cuestión geográfica, lo que nos gusta de Toulouse es lo que hay tras su nombre, ya que bajo esta nomenclatura de condal ciudad y señorial zona francófona, es como vuelve a presentarse ante nuestros tímpanos el grupo formado por José, Javier y Mario.

Ya conocidos por todos aquellos oyentes ávidos de buen pop nacional por su demo “No es suficiente”, sus Eps “A oscuras”, “Punto de partida”, “Tras el telón” o “Realidad y metáfora” y sus Lps “Serendipia” (2013) y “Hasta que el mundo deje de girar” (2015), los autores de hits como “John&Yoko”, “Todo cambia” y “Punto de partida” vuelven ahora a engrandecer a la franca ciudad de la que toman su nombre con la materialización de lo que ya anticiparon hace meses a ritmo de single: la presentación de Montemarte (2017), su segundo Lp.

¿Recuerdan aquel tema que nos hizo terminar el año con compases <<casi de aire bélico>> y con un <<dinamismo y efervescencia elaborada con algo de electrónica y una buena dosis de cuerda>>? ¿Les suena aquella canción que tenía por solemne título “El Capitán” y que nos conquistó con su estructura vibrante y la <<eufórica explosión sonora que marca su final>>? Pues  eso sólo fue la antesala de lo que podemos encontrar en Montemarte, un disco donde dicho single aparece como parte de un tracklist formado por otros diez cortes cargados melodías que, al estilo de un mar compuesto por cuerdas y percusiones de lo más animadas, dejan flotar unos versos ingeniosos y realistas.

Así ocurre en Cámara Baja o Mudanzas, cariño –ambas de inicio casi exclusivamente vocal, previo a la inundación sonora que luego arropa a la voz-, en la electrónica Me encontré contigo -¡preciosa base de sinte!-, en las clásicamente poperas La máquina de helados, Déjame entrar y el Ocaso del fracaso –tanto por ritmo como por estructura y título-, y en las suculentas -sí, suculentas, porque tras cada escucha se aprecian matices dignos de saborear y disfrutar- Despedida de soltero y despedida de casado (más rockera la primera, más electrónica la segunda, pero ambas marcadas por el sello de Toulouse en cuanto a voz, giros y ritmos), Sierra Nevada (he aquí un pop algo más oscuro y serio) y El amor, a veces miedo (título increíblemente acertado para un track que hace gala de una intro que va avanzando casi simulando el movimiento de los pasos, entre vaivenes sobre los que se van desplazando los versos).

Un disco, sin duda, que no se separa del rumbo marcado por su penúltimo trabajo, a partir del cual cultivan –y, por lo que parece, cultivarán- un pop que, aun siguiendo los principios básicos del género, adopta una complejidad mayor e, incluso, algo más de densidad y oscuridad –sólo a veces-.

Ahora sí que sí, en Montemarte hemos de encontrarnos.

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