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Un caleidoscopio literario.

Por Ana Olivares

Damas Oscuras” es una antología de “Cuentos de fantasmas de escritoras victorianas eminentes”. En este volumen encontraremos veinte maravillosos relatos fantasmagóricos escritos por mujeres con una visión y estilo únicos. Algunas de estas escritoras gozaron de cierta relevancia literaria en la época como las hermanas Brontë pero la mayoría de nosotros cuando pensamos en el siglo XIX nos referimos a obras como “The Crow” (1845) de A. Poe o a los cuentos de Dickens; o bien a Drácula (1897) de B. Stroker pues han tenido mayor difusión incluso en nuestros días. Entendemos que el marco histórico así lo imponía pero ya no existe excusa alguna. Con esta obra tenemos la oportunidad de comprobar la aportación de la mujer a la literatura y comprender su evolución literaria desde 1830 hasta 1900.

Escritoras que demostraron tanto talento o más que sus contemporáneos pero no gozaron de la misma fama por el mero hecho de ser mujer. Ya sea con nombre propio o bajo seudónimo esta “primavera cultural rosa” coincidió -como bien se explica en el prólogo- con “la popularización de lo Oculto en la sociedad anglosajona” siendo este el tema de referencia junto a relatos inquietantes.

Iniciamos este concierto con Charlotte Brontë con “Napoleón y el Espectro (1833)” donde pone de manifiesto que hasta los hombres más poderosos pueden comportarse como cualquier mujer ante el miedo. “La Historia de la Vieja Niñera (1852)” de Elizabeth Gaskell habla del peligro del orgullo y la arrogancia. “La última casa de la calle C (1856)” de Dinah M. Mulock juega con el escepticismo declarado de su propia autora y sin embargo nos cuenta algo que escapa a su razón. En la misma línea encontramos “Junto al Fuego (1859)” de Catherine Crowe. “El abrazo frío (1860)” de Mary E. Brandon que atormenta a un artista hasta la muerte o se sirven de parajes desoladores como en “No administrar antes de dormir (1852)” de Rosa Mulholland para ofrecer mayor tenebrismo a la maldición de una bruja. Apariciones de bellos fantasmas que recuerdan el romanticismo dramático de los clásicos como en “La historia de Salomé (1873)” de Amelia B. Edwards. O títulos que enfatizan con la veracidad de lo aquí narrado como en «La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad (1868)» de Rhoda Broughton y «¿Realidad o delirio? (1868)» de la señora de Henry Wood. Escenarios exóticos en famosas ciudades italianas que reproducen terror y admiración al mismo tiempo junto a siniestras piezas musicales como en “La aventura de Winthrop (1890)” de Vernon Lee. Mansiones encantadas, páramos desolados, viajes con carruajes como en “La vieja casa de Vauxhall Walk (1882)” de Charlotte Riddell o “La Puerta Abierta (1882)” de Margaret Oliphant. Visitas de ultratumba como “Cecilia de Nöel (1891)” de Lanoe Falconer, entremezclados con temas religiosos como en este último relato mencionado, y “Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor (1895)” de Louisa Baldwin. “La Oración (1895)” de Violet Hunt ya denota una clara evolución en los temas, con personajes más siniestros o sucesos insólitos no necesariamente fantasmales sino relacionados con las pasiones del alma. En este sentido “Fuerza Desatada (1890)” de Mary Cholmondeley introduce el tema del vampirismo de forma magistral. “Villa Lucienne (1896)” de Ella D`Arcy con un entramado complejo basado en sucesos paranormales que se repiten en el tiempo. Leyendas de lugares malditos como “El sitio de Paso (1896)” de Gertrude Athert con sucesos bastante siniestros: “Pero él no tenía cara”. Hasta un penúltimo relato al más puro estilo de Agatha Christie como “El caso de la estación de Grover (1900)” de Willa Cather. Y por último “El solar (1903)” de Mary E.Wilkins que narra las consecuencias de vivir al lado de una casa encantada…

Debo mencionar la calidad de la edición. Una portada vintage acompañada por colegialas siniestras que vienen de marca-páginas además de un recortable para que montes tu propia muñeca monstruosa. Todo un lujo que coincidió con la campaña navideña no sólo por ventas sino por tradición, ya que este tipo de relatos se solían publicar en los periódicos por Navidad  quizá animando a la gente a leer aprovechando las largas noches de invierno frente a la chimenea.

Este no es un libro recomendable, es necesario. Una ventana a una época mágica en la que la literatura rezuma genio y nombre de mujer.

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