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“El mal tiene muchas caras”

Por Ana Olivares.

Lo decadente roza toda su obra ya que él mismo sostiene que ya está todo escrito y es imposible ser original. Él se limita y busca otras vías de expresión, como los perfopoetas, exponiéndose al público. Además de importar las tendencias de la literatura uruguaya del momento, ha ido experimentando con sus obras, otorgándoles una narración dinámica donde una imagen vale más que mil palabras.

Toda una ambigüedad tratándose de una novela…

El Hombre sin Rostro habla de las hermanas Franzinni cuatro niñas que han gozado del calor del hogar y que de repente, son internadas en un colegio de monjas aislado de la civilización.

Allí deberán adaptarse al estricto protocolo eclesiástico y a las duras condiciones de vida mientras sortean los encontronazos con unas monjas bastante siniestras dirigidas por Sor Holocausta- de procedencia alemana y superviviente de la Shoa-, o Madre Superiora. Pero contarán con el cariño de Sor Amparo, la única con capacidad de amar del centro que carga con un pasado pecaminoso.

A parte, el grupo de niñas deberá enfrentarse a otros misterios que encierra el lugar como fenómenos paranormales que se suceden cuando aparece el espíritu del “Hombre sin Rostro”, que deambula por los corredores del claustro sembrando el terror entre las internas. La convivencia se vuelve cada vez más hostil y salvaje. La violencia irracional de las monjas va en aumento pero a través de ella conoceremos sus pasados turbulentos marcados por la tragedia. Al parecer el diablo pasea por los pasillos del monasterio: “Cuando el mal acecha, las almas se perturban”…y las monjas crean una especie de club satánico con torturas incluidas. Es aquí cuando se ve claramente que existe una lucha entre el bien y el mal… ¿Hacia dónde se decantara la balanza? ¿Serán capaces de sobrevivir? ¿Quién es el Hombre sin Rostro? ¿A qué viene la historia de la tía Irma?…

A mi gusto, me encuentro con más preguntas que respuestas una vez finalizada su lectura, y no parece que exista un final abierto que continúe la historia. Demasiados cabos sueltos que denotan la falta de coherencia de la trama y sí un gusto por la divagación y las escenas retorcidas donde prima más el intento de hacer sentir terror al lector, que la historia en sí. Encontramos capítulos cortos a modo de una sucesión de escenas que se van encadenando hasta conformar una historia. La obra se divide en tres partes: Suplicio, Castigo y Prisión. Todo parece nublado por una atmósfera onírica que no te permite distinguir la realidad de la ficción y el misterio inicial queda relegado a un segundo plano cuando las escenas se vuelven más incoherentes y dramáticas hasta culminar en un final simbólico, algo precipitado, supongo que para realzar así el triunfo de la luz frente a la oscuridad. También hayamos una crítica explicita hacia la liturgia de la religión católica y cómo el poder corrompe el alma humana.

En fin, aunque se incida sobre una misma idea que denote terror, no implica que uno consiga transmitir dicha sensación, por lo que no puedo afirmar que estemos frente a una historia de miedo. Eso sí, es apta para los amantes curiosos de este género.

Álvaro Lema Mosca nació en Florida en 1988. Es profesor de Literatura por el IPA, Licenciado en Comunicación por la Udelar y Magíster en Arte y Cultura por la Universidad Autónoma de Madrid. Integrante fundador del Grupo Once, dirigió la revista entre 2011 y 2014. Actualmente vive en Madrid donde continúa con su vocación de “escribiente” habiendo tocado muchos géneros como poesía, cuento, teatro y novela, pero siempre con ese toque fantástico que lo caracteriza.

Ha publicado De esta manera tan inusual (2012), Un mundo de nadas (2013), El silencio de las sombras (2014), Las heridas me las hice yo (2016) y El hombre sin rostro (2017).

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