Toda una partida de póker entre personajes.
Por Ana Olivares
Cristina C.Pombo, nacida en Ourense, estudió música, filología y arte dramático. Ha trabajado como copy, directora artística, profesora, traductora y guionista de televisión. Y escribe columnas en diferentes medios como La Región; actualmente compagina la docencia con su faceta como escritora. Digamos que tenemos ante nosotros una autora todo terreno que crea tramas elegantes, personajes diferentes y dinámicos que logran captar nuestra atención y crear la intriga necesaria como para no querer despegaste de sus páginas.
El tema en el que se basa “La caricia de la bestia” es muy actual y morboso teniendo en cuenta las noticias que dieron la vuelta al mundo con escenas de canibalismo inducido por nuevas drogas a low cost. Este es el inicio de un caso que poco a poco se va convirtiendo en toda una trama de corrupción humana que raya los límites de la realidad. Pero no digo más por no desentrañar nada. Por otro lado, la encargada de llevar el caso es la inspectora Laura Tébar junto a su nuevo compañero subordinado apodado “Cons” (¿Constantino?, ¿Constante?, ¿Conspiranoico?). Sin embargo son como polos opuestos que se atraen y se repudian dependiendo del magnetismo de sus emociones. ¿Lograrán llegar a un entendimiento para resolver el caso?
Por otro lado, la vida de la inspectora Laura Tébar está tan encriptada que sólo averiguaremos la causa de su carácter áspero y reservado conforme avancemos en la historia. Al principio pensaremos que se trata de una perturbada mental (o quizá fui solo yo al no entender la relación de chat que mantenía con un niño de doce años al que comenta algunos aspectos turbios de sus investigaciones). O la soledad que la persigue allá donde va por su imagen de dama de hierro. Sea como fuera sus decisiones determinarán el ritmo de los avances en el caso, y el único que parece capaz de traspasar esa barrera invisible que todos levantan en su presencia será su compañero, quien será lo suficientemente ingenioso como para dar un nuevo giro a los acontecimientos.
Personalmente he de admitir que estos caracteres tan marcados y opuestos me han parecido clichés tipo “mujer-macho” y “hombre-sensible” (o perroflauta – si os leéis la novela lo entenderéis-). Pero dejando esto a un lado, sí que me ha gustado la actitud implacable de la inspectora Tébar y el inverosímil equipo que acaba formando con el subinspector David Merino, el Cons, quien a pesar de sus descabelladas ideas logra dar con algunas claves del caso. Juntos forman una estupenda pareja de detectives semejante a Mulder y Scully en Expediente X, pero con unos cuantos años de diferencia entre ellos.
Además, la trama es suculenta, muy visual, con escenarios detallistas que ambientan la investigación de un caso que en principio se inicia con una “ataque zombie”, que por supuesto no interpretaremos en sentido literal.