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<<Estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado>>

Por Ana Olivares.

Desde luego que la mala suerte rodea a todos los personajes que engloban la novela. Setrata de género negro español, muy actual, que narra el pasado de la víctima y el momento actual donde se lleva a cabo la investigación del personaje principal: el detective Antonio Roudes, Tony para los amigos.

Lucía Peña es una joven de dieciocho años que desaparece en Mallorca en extrañas circunstancias en el año 2015. Tras dos años de intensiva búsqueda, tanto las autoridades como sus propios allegados la dan por muerta, incluso aunque no haya aparecido su cadáver. Tan sólo su madre, Amanda Varela, al ver que todos han perdido la esperanza de encontrarla con vida, decide pedirle ayuda al carismático detective Tony Roudes. Sus primeras impresiones acerca del caso le obligan a aceptar llevar a cabo esta complicada investigación donde la mayoría de los implicados se mostrarán reacios a colaborar. Sabe que hasta la propia Guardia Civil o la policía puede sentirse molesta por escarbar donde antes lo hicieron otros; por eso se gana la confianza y alguna que otra sorpresa más de la jueza encargada del caso, Carlota. Un personaje cargado de magnetismo. Sin embargo, es en este punto donde comenzamos a darnos cuenta de que existe varias sub tramas que convergen en una sola justo al final, donde acaba la pesadilla de uno y comienza la de otros.

En realidad se trata de la segunda entrega de una saga de novela negra que Marta Robles lleva años proyectando, protagonizada por Tony Roudes, un hombre marcado por su pasado, capaz de enfrentarse a cualquier situación. Algo cínico y con una gran capacidad analítica, amante de la buena música y de la lectura, su personalidad se ve reforzada por su gusto por los refranes y las anécdotas, a ver cuál de ellas más sangrienta. En realidad estás son las que mantienen el morbo en un alto nivel, incluso aunque no tengan nada que ver con la trama en cuestión. Quizá esta es la única pega que le he encontrado al libro, informar por informar de hechos desagradables que son de dominio público resta algo de ritmo a la trama. Por otro lado, esta necesidad responde al pasado periodístico de Roures y en gran medida de la propia escritora; salvo cuando se remontan a hechos acontecidos en la primera novela que cierran algunos sucesos abiertos o hablan de personajes anteriores como Isabel. Por supuesto, la historia está llena de acción y suspense, por lo que se trata de una novela negra en todo su esplendor.

Tendremos una novela a dos tiempos, en 2015 cuando desaparece la joven y que nos narrará todo lo relacionado con ella y su entorno más cercano; y en 2017 que narra la actualidad de mano del personaje principal. Otra de las características a destacar son los títulos de los capítulos pues guardan relación con el significado que albergan. Todo el peso dramático se lo lleva la víctima, una joven sometida a las vicisitudes de un destino funesto, donde reina la mala suerte.

Lamentablemente, dicha mala suerte revolotea como un abejorro alrededor de todos los personajes siendo cómo una especie de nexo común entre éstos y la trama.

También podemos hablar de una crítica implícita en la obra que aborda el tema de la trata de seres humanos para comerciar con sus cuerpos o con sus órganos; o que aborda las barbaridades que los hombres comenten en nombre de la guerra o por convicción. Un trasfondo oscuro que nos hace perder la poca fe que nos quedaba en la humanidad como raza. Demostrándonos una vez más que el ser humano es el mal que destruye al mundo, y que el mundo sin “nosotros” aún continuaría siendo un mundo, y quizá esto no sea tan malo. Una novela negra con tintes de thriller que nos mantiene ante la expectativa de una investigación que avanza bajo el descubrimiento de una serie de perturbadores acontecimientos que no nos permitirán apartar los ojos de entre sus páginas. En fin, muy recomendable y entretenida.

Revisitamos Driving home for Christmas, con Soak.

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por Sandro Maciá

Pues… que seguimos en Navidad. Sí, en Navidad. No se crean que hemos terminado con las felicitaciones, con las comidas infinitas y con las largas tardes en familia así como así, porque, por mucho que queramos empezar ya con los cursis batidos detox y con la vida sana, aún nos quedan por delante unos días de reencuentros y cebamientos varios con los que terminar este periodo que, quieran o no y a juzgar por las veces que todavía escucharemos aquello de “feliz año”, aspira a no olvidarse fácilmente.

Sin embargo, ¿acaso no es esa la magia de este tiempo? ¿No es esta estación del año, precisamente, más bonita por sus tradiciones, su intensidad -a veces agobiante, vale- y su halo de misticismo en cada cálido momento condenado a ser un futurible recuerdo? ¡Ya lo creo que sí, compañeros! Por eso mismo, sin querer faltar a la honestidad que brota en mis dedos en estos días y tras haber tomado la decisión de seguir avivando la llama de la hoguera músico-navideña que pronto se apagará, propongo que dejemos sobre la mesa el polvorón que aún estaréis agarrando y que centréis toda vuestra atención en el single que hoy decora, como si de un abeto se tratase, las letras de esta página: Driving home for Christmas, la nueva joya que ofrece Soak en estas fechas tan señaladas.

 

Llegado de la fría Irlanda y aún con la escarcha deshaciéndose entre sus acordes, el clásico tema navideño -hagánme caso: si prestan atención, les sonará- vuelve ahora a ser parte de la banda sonora de nuestros momentos frente a la chimenea -ok, me vale que usen una estufa- gracias al saber hacer de una jovencísima artista. Una dulce -en apariencia- muchacha que ha sido calificada como “la voz de una generación” que cuenta con dos álbumes en su currículum -Before We Forgot How to Dream (2014) y TBA (2018)- y que, pese a haber comenzado en esto de contagiarnos su arte a ritmo de indie, folk y dream pop con sólo 16 años, parece tener claro que lo suyo es transmitir con cada nota de sus composiciones una experiencia vital digna de muchos adultos y a la altura de músicos de renombre.

Sirva como ejemplo el propio single que ahora presenta, una canción a voz y guitarra donde los sigilosos susurros de Bridie Monds-Watson -así se llama doña Soak en realidad- se mezclan

con las cuerdas de dicho instrumento para narrar, con delizadeza pero sin aburrir, una letra apropiada para disfrutar en la intimidad, en el recogimiento y en la felicidad propia de esos momentos de relax que a todos nos gustan y que, con unos giros vocales y una sencillez que contrasta con las reverberaciones -justas, pero en su correcta medida- bien traidas a cada estrofa de éxitos como su Everybody loves you, acaba por enganchar a lo largo de unos cuatro minutos y medio dulces y adictivos.

No tendremos tanta nieve ni tanto frío como los paisajes que evocan los versos de Soak en este navideño single, vale, pero cerrar los ojos y viajar a estos lugares será, con este Driving home for Christmas, más fácil que nunca.

Navideño descubrimiento, atemporal talento.

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