“Casi una fábula acerca del amor y del azar”.
Por Ana Olivares.
Anna María Villalonga, autora de la novela de género negro “La dona de gris (2014)” ha sido nombrada comisaria del año Pedrolo en Cataluña. Una iniciativa para avalar el legado que Manuel de Pedrolo dejó en la cultura catalana.
Aparte de llevar activamente tres blogs: El racó de l’Anna (de crítica cinematográfica), Fil d’Ariadna II y A l’ombra del crim (dedicado a la novela negra); Villalonga es profesora en la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona y colabora con varios proyectos culturales como “Mujeres y novela criminal en España” que ayuda a dar visibilidad a la valiosa aportación de muchas escritoras que trabajan en la sombra y que aún permanecen en ella. En este sentido tenemos el ensayo Les veus del crim (2013) y dos recopilaciones de literatura criminal femenina (Elles també maten (2014) y Noves dames del crim (2015)). Aquí nos aguarda el “El somriure de Darwin (2017)”, una novela humana, crítica y realista acerca de la sociedad de hoy.
La sonrisa de Darwin habla a los “Nadies del mundo” ofreciéndonos un pequeño consuelo o esperanza para el alma humana. Mediante una situación de lo más cotidiana como es la figura de un vagabundo acompañado de su perro, nos transmite un mensaje profundo que nos obliga a reflexionar acerca de nuestro paso por el mundo, en la huella que estamos dejando en él.
Max y su perro Darwin son el nexo de unión entre los otros dos protagonistas de la novela. Dos mundos que cohabitan entre sí en un mismo espacio. Personas como Noemí, que aún sienten la necesidad moral de intervenir frente a la injusticia que corroe nuestro presente frente a individuos como Iván que se sirven del miedo y la violencia para vivir. Un triángulo de personalidades bien marcadas en el que a todos les une el hecho de ser víctimas de su pasado, de sus circunstancias; por eso lo importante aquí radica en cómo deciden afrontar su realidad.
Iván es la cara amarga de nuestra sociedad. La violencia anida en él y crece cómo un cáncer tanto como su sensación de impunidad. Y aunque está corrompido por el odio la euforia del poder pesa más.
Sin embargo, Noemí es la cara amable. Al principio se muestra resignada frente a la vida que ha elegido y a un pasado que no puede cambiar. Pero la “sonrisa de Darwin” la transforma, movida por la autocompasión propia o por la compasión es capaz de sentir empatía hacia el prójimo. La suficiente como para decidir intervenir ante una injusticia.
Max es un vagabundo, por tanto camina en el limbo de la sociedad propiamente dicha. Está fuera del sistema y a su vez no puede escapar a él. Esto le permite una visión única acerca de la vida. Él mismo afirma que “los animales están más evolucionados que los humanos”, por eso prefiere la compañía de su perro. Y a pesar de que lo recogió en un contenedor de cachorro, fue Darwin quién lo salvó a él y no al revés, por lo tanto Darwin es la clave de la metáfora: el amor más fiel que tendrá jamás.
Quien sea capaz de apreciar la sonrisa de un perro ya nunca se encontrará solo en este mundo.
En referencia al característico nombre del perro, recordemos la teoría de Darwin, el origen de las especies sostenía que la especie humana está sometida a las mismas leyes que el resto de los animales. Y todavía en pleno siglo XXI dudamos de esta afirmación. Además, la propia autora hace referencia al libro Ánima de Wajdi Mouawad -que ya reseñamos anteriormente- y viene a decir que los animales incluso nos han superado en eso de ser “humanos”. Y atendiendo a la actual sociedad caníbal en la que nos hallamos inmersos razón no le falta.