Un hombre sin alma desencadena la tragedia.
Por Vanessa Díez
Conocí a un hombre rudo, jugador y fiero. Las malas lenguas decían que había tenido negocios con mujeres de mala reputación. Su sala de baile con espectáculos de variedades era un hervidero masculino en la época dónde además de beber podían apostar en las cartas. Así que no era santo de devoción de las mujeres de aquellos hombres, los cuales se dejaron en su local los cuartos que debían llegar a sus casas para alimentar a sus retoños.
La dureza de los años cuarenta italianos me recuerda a los años cuarenta españoles. Los Casimiro Badalamenti de aquella época oscura levantaron su Italia, pero los de aquí también hicieron su parte. Negocios oscuros e influencias poco claras. Sacar ventaja a base de favores. Ascender en la escala de la sociedad. Hacer dinero a costa de otros. Sin piedad.
Casimiro debe abandonar su pueblo de Giardinello y así su finca con sus viñedos. Un asunto turbio de mafia le obliga a irse a Cinisi. Dos pueblos vecinos que son como la noche y el día, Giardinello de montaña, Cinisi de mar, costumbres y maneras de vivir opuestas, tan cerca y al mismo tiempo tan lejos, entre ellos mismos se consideran forasteros. Llega como castigo impuesto a la casa de Concetta, mujer de mala vida, a la que convierte en su mujer, porque cosa que ella sospecha y él no reconoce nunca es la única que provoca fuego en su entraña.
Casimiro es hombre que sabe hacerse respetar y termina dominando la zona durante aquellos diez años. No deja que Concetta salga apenas de la casa para no crear habladurías. Una mujer mayor del pueblo se encarga de recados y compras. Además de acompañar a Concetta a la iglesia cuando es necesario hacerse notar. Para él todo es una estrategia ante los demás.
Concetta es una mujer de treinta y seis años, en los años cuarenta ya se considera mayor. Él empieza maltratándola psicológicamente, pues la llama vieja, aunque le reconoce que mientras sus carnes sean blancas le tendrá loco. Reta a Concetta con la edad para evitar que vuelva a la mala vida. Los celos se desarrollan pronto de forma desproporcionada. Ella no sale de casa. Ella ansía tener hijos, pero él no se lo puede permitir ante la mala reputación de ella. Él desea con los años volver a su pueblo de forma respetable y casarse bien allí. Concetta se enfrenta a él por el tema de la maternidad, sabe su punto débil, existen dudas sobre su virilidad. A ella no le importa llevarse una paliza, para ella así se ha firmado el contrato, sabe que será la madre de sus hijos, aunque a cambio le quite a sus hijos tras el parto.
Casimiro es un hombre cruel que tan sólo mira por si mismo. Sus intereses son lo más importante. Primero tiene los hijos por despecho, por darle pruebas a esta mujer que vive con él de que es un hombre y que sirve para engendrar. Después para no dar que hablar en el pueblo coloca a los cuatro retoños en diferentes casas, donde los crían, tres de ellos le deben favores. Así con los años, llegado el momento de regresar se plantea volver como patriarca, por ello se casa con Concetta para convertirla en mujer respetable y recoge a tres de sus hijos.
Lo que ninguno de ellos pensó es que aquello que no se siembra en la infancia puede que no surja nunca.
Casimiro al no encontrar aprobación en su primogénito se convierte en un padre autoritario que le impone el amor a la tierra a través de su sangre. El chico se escapa en varias ocasiones y él termina encadenándolo como a un animal. De esta fuerza despiadada del padre surge la piedad de la hija pues ante la brutalidad que ve en su hermano provoca en ella un acercamiento en las noches oscuras. Se siembra la tragedia en la viña familiar.
Livia De Stefani escribió “La viña de uvas negras” en 1953. Fue una de las primeras escritoras en escribir sobre la situación de la mujer siciliana, aislada y expulsada de un mundo controlado por hombres. En su obra se observa una crítica de Sicilia y su sociedad.