Una periodista de lengua afilada en el Nueva York de los setenta
Por Rubén J. Olivares
Hay a quién el concepto de ficción experimental le aterra. A mí me ocurre lo contrario. Es escuchar estas dos palabras y, como una polilla que se la juega atraída hacia la luz y que no sabe si quedará frita en una calurosa noche de verano o vivirá otra noche más, me lanzo ávido hacia las páginas de este tipo de obras. Reconozco que no es para todos los públicos. En este tipo de género literario se acaba siendo muy extremista: o te encanta y te conviertes en un ferviente creyente o te transformas en una especie de padre Karras, armado con tu peculiar kit de exorcista de libros mientras huyes al grito de“va de retro, libro”.
Lancha rápida es una de esas rara avis que encaja dentro de esta etiqueta, pues no encontraremos en sus páginas una narración que prosiga un argumento predefinido con una protagonista al uso, con un final que podamos predecir y considerar como propio de una novela. Más que una novela, es un conjunto de reflexiones, aforismos y anécdotas que su protagonista, Jen Fain –el alter ego literario de su autora, Renata Adler -, cuenta a lo largo de sus páginas. De la mano de sus reflexiones, entremezcladas con sus recuerdos biográficos, vamos conociendo la vida del Nueva York de la década de los 70 y, en general, de la cultura vanguardista e inconformista de los EE.UU. de aquella década, hasta conformar un colorido collage.
Adler logra, por momentos, fragmentos de una gran brillantez, páginas que clasificaría como perfectas obras literarias, por su precisión, su afilada y certera mirada con la que retrata las relaciones, los conformismos y convicciones sociales, la realidad del día a día y la vacuidad de la existencia de algunas personas. Adler es una auténtica maestra de las frases y reflexiones cortas. Si las redes sociales hubieran existido en los 70, se habría convertido en un referente twittero, una maestra del periodismo en los social media. Quizás sea esto lo que la convierte en una autora tan contemporánea, pese al tiempo transcurrido. Es admirable su capacidad de tratar todos los temas que preocupan al ciudadano medio y llevarlo a cabo con una certeza y elocuencia que desearía a más de un tertuliano.
Agradezco que se le haya rescatado del ostracismo al que fue relegada tras una mordaz crítica a la que, al parecer, era una intocable crítica de cine, Pauline Kaël. Lancha rápida no es una obra al uso, ni los lectores que se decidan a leerla deben serlo, pues hay que estar hecho de una pasta especial para no cerrar sus páginas y preguntarse qué demonios estás leyendo. Si te gustan los retos, los juegos literarios y reflexionar ante las sentencias que te ponen delante, Lancha rápida te atrapará y querrás averiguar si el resto de la obra de Adler está a la altura de este libro. Si lo que buscas es un libro al uso, con su trama definida, su final predecible, aventuras y desventuras de personajes con los que empatizar, te diré lo mismo que aquellas tapas de los yogures de mi infancia: sigue buscando.