Llega el jazz y el “Verao” a Elche
Por Sandro Maciá
Un año más, pero no una edición cualquiera. Un lugar familiar, pero no un sitio común. Un momento dulcemente vivo, pero no efímero ni olvidable para los allí presentes… Un placer, tal cual. Pues sólo así, con este manido término referido al gusto que crean en uno las cosas bonitas es como, siendo justos, podemos resumir y concluir la larga lista de sensaciones que podríamos evocar, aquí y ahora, para explicar -aún con los límites de la palabra escrita como tamiz para el verdadero retrato que debería surgir de esta crónica- lo acontecido el pasado jueves en Elche, ciudad que vio como las amuralladas paredes de su Palacio de Altamira volvían a ser testigos de esa cita con el jazz a pie de palmera que encandila tanto como seduce: el Elx Jazz Festival.
Y es que, si especial ha resultado cada una de las siete ediciones ya celebradas de este encuentro para la promoción y el disfrute del jazz en todas sus variantes –no se vayan a creer, que si larga es la lista de las ramas del género, casi infinita resulta la que componen todas las fusiones que pueden realizarse con el citado estilo-, en esta ocasión, la presente edición ha sabido volver a dar un giro sobre sí misma y poner de manifiesto que, si bien la reinvención es inherente al arte, la repetición acaba por matarlo.
Por eso, lejos de ofrecer distinto contenido en el mismo continente, por la larga vida a los creadores e intérpretes se ha apostado en una edición -la más larga de su historia, con una semana por delante– que ha comenzado su primera jornada de la manera más mediterránea posible, abriendo las puertas de nuestro castillo a las brisas marítimas que se desprenden de las composiciones de un reconocido artista allende nuestras fronteras que, por fin, es llamado a pisar como merece el suelo ilicitano sobre el que nació: Nacho Casado.
Así, con el peso de la sencillez y la lógica responsabilidad de ser el encargado de abrir el festival, el que fuera mitad del precioso dúo «La Familia del Árbol» volvió a demostrar que la valentía es algo que le es innato, ya que si hace poco más de un quinquenio cantaba aquello de que “a veces soy montaña y el río eres tú”, el jueves, bajo verdes focos y un escenario elegantemente tropical –cortesía de La Cierva Vintage-, Casado demostró que no sólo sigue teniendo esa facilidad para transmitir y hacernos fluir como ríos que chocan contra los ritmos de su montañoso talento, sino que puede hacerlo como quiera, ya sea refugiándose en el pop o el folk, u optando por abrir su corazón al son de bossa nova o jazz, como hace en su flamante proyecto: Verao (Hidden DIY, 2018).
¿Se imaginan un verano idílico? Pues ahí nos condujo el cantautor, haciendo que el inicio del Elx Jazz Festival cobrara un cariz tan especial como emotivo, siendo en sí mismo un punto de partida para lo que vendría después –no olvidemos que por el escenario del lugar pasarán: Nacho Mañó y Gisela Renes, Pepe Rivero, Jazzmatiks, Perico Sambeat, Mr Groovy and The Blue Heads, Carmen París y Vingage Music Box- y permitiendo al público escuchar, sin mayor artificio que la propia voz del intérprete y su guitarra, todos y cada uno de los temas del disco.
De esta manera, dos partes configuraron el paso de Nacho Casado por el escenario. Dos etapas claramente diferenciadas por la original presentación y bienvenida del cantante, que esperó a haber tocado todo el repertorio de Verao para, una vez creada esa atmósfera tan íntima como cercanamente intensa, dar las gracias a los asistentes y emprender un segundo tiempo de aire más distendido.
Gracias a esto, canciones como Edén, Chet Baker, Portofino o Adiós tristeza pudieron ser disfrutadas como merecen, en el contexto de un discurso musical y textual marcado por las referencias a lo íntimo, a lo puro, a lo sugerentemente amoroso y a lo clásicamente veraniego.
Un contexto donde todo tuvo su lugar y que quedó impregnado en las piedras del lugar, creando un clima que sólo concluyó cuando los aplausos finales irrumpieron, dando a entender lo que ya sabíamos: que Nacho Casado había dejado el pabellón bien alto.