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Elche Live Music Festival arranca su primera jornada

Por Sandro Maciá

¡Y qué razón tenía Algora –larga vida eterna, allá donde estés, maestro- y sus compañeros al creer, como afirma una de sus canciones de La Costa Brava, en la justicia poética! Razón y conocimiento de causa, creo yo, pues hasta que uno no se ve en determinadas situaciones no es consciente de que este particular concepto, situado a medio camino entre la revancha bien entendida y la moraleja, es tan sugerente como real.

De hecho, ellos mismos habrían disfrutado como nadie al ver cómo, el pasado viernes, este tópico literario dejó de lado su vertiente retórica y se materializó en una experiencia que aún hoy recordamos con enorme alegría y con la satisfacción propia de admirar el triunfo de una apuesta ilicitana que, pese al inconveniente de haber tenido que lidiar con los infortunios climáticos en un primer y fallido primer intento, acabó dando de sí más de lo esperado: el Elche Live Music Festival.

Así, superando con creces todo augurio sobre las posibles consecuencias del forzoso cambio de fecha que tuvo que sufrir inicialmente su celebración, nuestro festival más autóctono -y, desde ya, consolidado como parte intrínseca de la cultura de nuestra ciudad- supo erigirse sobre los peores pronósticos vertidos por los más catastrofistas,  pudiendo demostrar que el apoyo cultural a la música como arte, cuando se hace de buena fe y con acierto –tanto desde la brillante organización como desde los miles de fans que no se dejaron embaucar por la recriminación y mostraron su apoyo a la iniciativa- no puede salir mal.

Y a los hechos me remito, pues brutal fue lo vivido el 20 de abril en el recinto de La Rotonda del Parque Municipal, en pleno corazón del palmeral ilicitano. Un lugar, este, que supuso la conjunción perfecta entre practicidad y sentimiento -uniendo a su atractivo natural y su envidiable disposición espacial, la lógica nostalgia que supone el haber sido el sitio donde se celebró la primera edición del ELMF-, y que no pudo ejercer mejor su papel paisajístico para enmarcar las actuaciones de Kuve, Varry Brava, La Casa Azul y Sidonie.

¿Cartelazo? ¡Ya ve usted! Y además, si así han sido citados es porque así fueron saliendo sobre el empedrado “altar” de nuestra Rotonda, ofreciendo un espectáculo variado, donde cada banda supo llevar al público a su terreno de una manera distinta, sabiéndose conocedores de sus habilidades y no sucumbiendo al regalo fácil de hacer “setlists” por y para el agrado predecible.

Al menos, esto fue lo percibido por los “livers” que allí nos congregamos para empezar a saltar con Kuve, cuya capitana, Maryan Frutos, volvió a sorprender con una inagotable energía, contagiosa hasta el punto de animar a un foso que empezaba a llenarse, aún alumbrado por la luz del día, al ritmo de temas como Cometas, playas desiertas, En la cumbre o El Pacto.

Tras ella, los vecinos Varry Brava desplegaron su estilo “neo-popero” entre rojos atuendos y una recopilación de temas que no daban tregua ni para acercarse a las barras a por algo con lo que enfriar la garganta. Los autores del flamante Furor (Hook, 2018), demostraron que siguen controlando el gamberrismo guitarrero que tanto nos gusta –no se olvidaron de No gires o Sonia y Selena- y no se cortaron en lanzarse a intimar con el público casi rozando lo acústico en algún momento, aunque sólo fuera a modo de transición entre otros hits, como es el caso de Fantasmas o Calor.

Ya en forma -¿alguien no saltó con los de Orihuela?-, llegó la hora de caer rendidos ante Guille Milkyway, un maestro de maestros en esto de generar “sensaciones pop”, un especial y espacial viajero interestelar que volvió a poner de manifiesto con su visual espectáculo que el auténtico pop nunca morirá mientras él siga tan “on fire” como el viernes. Con La Casa Azul como marca –y estilo de vida, podríamos decir-, Milkyway volvió a llevarnos Cerca de Shibuya, a invitarnos a un Chicle cosmos,  a contarnos que Los chicos hoy saltarán a la pista y a animarnos a formar parte de La fiesta universal, por citar sólo algunas de las canciones que dejaron boquiabiertos a quienes aún no habían presenciado el despliegue de esta gira y que tampoco dejaron indiferentes a los que ya somos asiduos a sus conciertos, pues siempre es un lujo poder corear La Revolución Sexual, No más Myolastan, El momento más feliz, Como un fan -¡bravísimo al piano!- o Esta noche sólo cantan para mí.

Recuperados de la efervescencia de La Casa Azul –cuyo único “pero” fue la exclusión de algunos grandes éxitos para adaptar, suponemos, el show al formato de festival- y habiendo disfrutado, incluso, del estreno del novísimo El momento, fueron los marchosísimos Sidonie los encargados de cerrar la jornada, protagonizando el amargo momento del adiós, pero endulzando la despedida como sólo ellos saben.

Entre revoltosos movimientos y una espléndida e introductoria interpretación del añorado On the sofa, los tres culpables de que no podamos desengancharnos de Carreteras Infinitas, recordaron que “20 años no es nada” –como el tango- y nos llevaron de paseo por un completo muestrario de temas –hurra por Fascinado, Sylvia, El incendio, El bosque o Un día de Mierda- en el que no faltaron divertidos guiños al público –sí, amigos, siguen haciendo su particular karaoke con No se dibujar un perro- y las obligatoriamente ansiadas El peor grupo del mundo y la ya nombrada Carreteras Infinitas, alegrías previas a Estáis aquí, que sirvió de cierre, no sin la sorpresa final: Maryan, de Kuve, uniéndose a la fiesta.

¿Hay mejor manera de empezar un fin de semana? Imposible. Ni de comenzar a dejar la chaqueta en casa, que entre música y palmeras, el calor ya era propio… Tan propio, creo, como el hecho de que muchos “livers” ya se frotan las manos esperando a que llegue Mayo con la segunda parte del Elche Live Music Festival –con Love of lesbian, Elefantes, Women Beat, Polos Opuestos y Atientas- cuya jornada nos hará lanzarnos a la cuenta atrás para poder volver, en 2019, a darlo todo en Elche.

¡Arriba, “livers”!