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El miedo siempre funciona.

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por José Luis Sola Marín

Vestidas para un baile en la nieve, de Monika Zgustova.

 

Enfrentarse a este libro es hablar del Gulag o de la historia de cómo los hombres y mujeres de la Unión Soviética que no eran ciudadanos ejemplares eran enviados a campos de concentración, campos de trabajo forzado o campos de reeducación. En realidad, el nombre no importa sino el cómo un estado de carácter totalitario es capaz de modificar tanto la conducta como el pensamiento de las personas utilizando cualquier tipo de técnica, incluso el miedo.

El miedo es siempre utilizado por los estados totalitaristas (y, por supuesto, por los partidos totalitarios) como medio para hacer piña en torno a valores primarios de patria grande e indivisible para así aniquilar al diferente ya sea extranjero, mujer, judío, homosexual o musulmán o al que piensa diferente porque puede ser una amenaza al poder establecido.

El respeto de los derechos fundamentales por parte de cualquier estado totalitario brilla por su ausencia, éstos fueron papel mojado para la URSS de Stalin, la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini o la España de Franco ya que a ellos sólo les importaba su bienestar.

Quizás haya quien indique que los Derechos Humanos no son respetados incluso en las democracias occidentales puesto que se producen continuos ataques a la libertad de prensa o a la libertad de conciencia, pero lo que es evidente es que, aunque mejorable, es mejor vivir en una democracia que en una dictadura donde se vive bajo el capricho exótico del líder de turno aunque este sea manifiestamente ilegal, irreal o suponga un perjuicio económico irreparable para las arcas del Estado.

En numerosas ocasiones hemos oído hablar del exterminio nazi pero el régimen soviético también aplicó esas técnicas con mayor disimulo o incluso con menor preocupación por parte de Occidente. La URSS no sólo no respetó los Derechos Humanos sino que anuló a las personas despojándolas de sus lazos familiares, de sus recuerdos, cambiando su trayectoria personal, laboral y social como si fueran las fichas de un juego de ajedrez o marionetas de un teatro.

Bajo una dictadura es delito pensar, unas palabras pronunciadas ante personas equivocadas te pueden llevar directamente a la tumba o en el caso en el que vivas te perseguirán durante el resto de tu vida porque te señalarán a ti y a toda tu familia como enemigos del régimen.

Monika Zgustova desgrana en «Vestidas para un baile en la nieve» siete historias de siete mujeres, siete historias reales de personas no afectas al régimen que fueron castigadas por su forma de actuar, por estar en un lugar inadecuado con personas sospechosas manteniendo conversaciones que sacadas de contexto pueden significar otra cosa o lo que es lo mismo por pensar de forma diferente y crítica con el sistema.

A través de entrevistas personales, el lector puede apreciar que las prisioneras fueron víctimas del escarnio público y de todo tipo de penalidades ofensivas contra la dignidad de las personas. Lo más asombroso es que el «Estado Socialista» comprometido hipotéticamente con los valores de justicia, igualdad y solidaridad permitiera la opresión y la tiranía de las personas sobre otras, el estado se puso de perfil ante las agresiones sexuales y violaciones que se producían en los campos de reeducación.
En este vorágine de purgas y aniquilamiento nadie escapaba ni los más afectos al régimen, cualquier comentario fuera de lugar, relación de amistad llevaron a las entrevistadas o a sus familias directamente al gulag a una reeducación inexistente y cuya única misión era la de oprimir y castigar de forma ejemplar sin que mediara un proceso justo y garantista sino la amenaza, la presión y la coacción.