“Una sociedad marcada por el holocausto de un virus mortal; donde los infectados y los sanos se disputan la lucha por la supervivencia”
Por Ana Olivares
Como amante de novelas catastrofistas de ficción estoy de enhorabuena al haber caído en mis manos la última creación de Colson Whitehead. Una novela basada en las consecuencias desatadas tras la liberación de un virus zombie que ha mermado a la población mundial hasta convertirla en una especie en peligro de extinción. Un argumento muy de moda gracias a grandes producciones como “The Walking Dead” o películas como “Guerra Mundial Z”-ejemplos populares- .
Ganador del Premio Pulitzer 2017 con El ferrocarril subterráneo del National Book Award y el Indies Choice Award, en esta ocasión Colson ha querido retratar una realidad postapocalíptica que se centra más en las consecuencias psicológicas de los supervivientes que en lo ocurrido en sí. Y es que a través de este retrato tan personal de un escenario tan hipotético nos transmite una crítica mordaz hacia esta sociedad caníbal en la que nos hallamos inmersos.
Lo peor de la plaga ya ha pasado. Tras el paso del ejército en la llamada Zona Uno, un grupo de civiles se dedican a limpiar un área aislada. Durante tres días el lector acompañará a Mark Spitz (narrador en primera persona), quien junto a Gary y Kaitlyn se embarcarán en un viaje muy peligroso por el corazón de Manhattan. Deben acabar con todas las posibles criaturas que hayan sobrevivido al paso de los militares y terminar de asegurar la zona. Encontraremos descripciones detalladas que nos ofrecerán escenas mentales de la destrucción que ha vivido la zona -y se supone que también el planeta – junto con desgarradoras consecuencias físicas y psicológicas para los supervivientes. Por fortuna, en mitad de tanto horror, hay zonas controladas por los militares y no viviremos una angustiosa persecución continua como suele ocurrir en las películas, series, videojuegos y demás.
La novela no se centra tanto en los infectados como en la fortaleza psíquica de quienes lo han perdido todo y pese a ello luchan cada día contra los skels y sus distintas mutaciones. Algunos parecen inofensivos pero otros se mueven con gran destreza y otros son más peligrosos aún debido a la radiación de algunas zonas devastadas por la catástrofe. Tampoco sabemos a ciencia cierta cómo empezó todo, ya que su autor no busca dar respuesta a estas preguntas, sino que se concentra en retratar esta alternativa realidad apocalíptica. Como veis, incluso ha creado una terminología propia para referirse a las criaturas que vagan en la tierra distinguiéndolas incluso por sus capacidades o características del virus. Al igual que con toda la “aparatología” desplegada para recrear esta zona de supervivientes. Aunque no existe un apéndice con dichos términos, es digno de subrayar.
Traumas del presente y un futuro incierto de una vida que ni es vida, ni será la misma.
De hecho a nuestro protagonista poco le importa el futuro; es tan incierto que para él no tiene mucho sentido, por eso le gusta regresar al pasado y mirarlo con nostalgia, a veces con cierto cinismo regalándonos una idea de su trayectoria vital antes de que todo se fuera al garete.
Aunque la acción no cesa e interrumpirá estos diálogos internos ofreciéndonos cierto dinamismo e invitándonos a conocer “las leyendas” de otros personajes mientras que Mark Spliz se limita a hacer lo que mejor se le da: sobrevivir.
Digamos que su autor ha querido hacer un perfil psicológico de lo que sería la vida de un hombre normal dentro del caos continuo. Retrata perfectamente una sociedad perdida, ida y a la deriva que intenta sobrevivir por todos los medios aunque quede poco por lo que luchar.
Nuestro cerebro nos impulsa a seguir, no nos permite desfallecer aunque lo único que queramos sea algo de paz y a veces esta sólo se encuentra detrás del espejo.