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Cara de pan de Sara Mesa.

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por Rubén Olivares

Leer “Cara de pan” es adentrarse en una lectura inquietante y de desasosiego. Avanzar en sus páginas genera un nudo de repulsa que nos prepara para un desenlace grotesco. Sara Mesa nos atrapa en esta breve historia que acabaremos devorando, ávidos por conocer su desenlace. La novela consigue generar, por momentos, intranquilidad y rechazo, más por aquello que estamos dispuestos a esperar de esta historia que por lo que realmente sucede en la misma.

“Cara de pan” es la historia de una amistad que surge entre dos personas incomprendidas que huyen de una realidad que rechazan y ante la que acaban construyendo un refugio personal en el que evadirse. “Casi”, una niña de 14 años que debe lidiar con los problemas diarios de la adolescencia, que a menudo los adultos menospreciamos como si esta etapa fuera sólo una “enfermedad”, y “El viejo”, un hombre más cerca de la jubilación que de la mediana edad, los cuales acaban entablando amistad en un parque en el que ambos coinciden por casualidad día tras día. La primera como un lugar al que huir del instituto y su mundo lleno de adolescentes que refuerzan su autoestima convirtiéndose en trituradoras psicológicas de sus compañeros y el segundo como un oasis en el cual poder dedicarse a su afición, la ornitología amateur. El destino los acabará cruzando en un rincón de un parque, oculto por unos setos que les apartan de las miradas de un mundo que no les comprende. Día tras día ambos coinciden en este particular refugio y acaba surgiendo entre ambos una amistad, una relación entre dos almas con diferentes momentos vitales que se sienten comprendidos el uno por el otro, que encuentran apoyo en una relación entre una niña en plena adolescencia y un hombre a punto de jubilarse, pero que para el resto del mundo parece esconder algo más perverso. El qué es lo que se oculta en esta relación entre ambos personajes es lo que el lector debe estar dispuesto a descubrir, si es capaz de acercarse a la novela sin prejuicios.

“Cara de pan” es una novela que nos muestra los estereotipos que nos dominan, sobre aquello que la sociedad nos pide que seamos y como, cuando no lo cumplimos, nos estigmatiza y señala acusadora. Es un canto a la amistad, a la juventud, la vejez y la sencillez. Pero guarda entre sus páginas un tono inquietante que a menudo evoca a Lolita de Nabokov. No obstante, en “Cara de pan”, como en la vida misma, sus páginas están llenas de casis que, como la protagonista, nos muestran que lo mejor de ésta y de la vida son esos momentos en los que esperamos que algo suceda para descubrir finalmente que nada es lo que anticipábamos. Sara Mesa ha escrito un pequeño libro – aunque enorme en su importancia – que nos invita a reflexionar sobre la realidad que nos atrapa, a través de una historia llena de metáforas que desafían lo establecido y que nos obliga a cuestionar la lógica que domina la sociedad, que nos dicta que es correcto y que debe ser censurado y eliminado. También es un libro que nos invita a ver el mundo con los ojos de dos personas que no tienen los prejuicios de un adulto, porque aún son niños o bien porque hace tiempo que rechazaron ese mundo.

Sara Mesa logra conmover, convencer, hacernos dudar de nuestras ideas sobre lo correcto e incorrecto. Porque todos prejuzgamos, nos dejamos llevar por aquello que se considera socialmente correcto y a menudo nos acabamos equivocando al tratar de ver más allá de lo que realmente existe. Como en las grandes obras, donde menos es más, “Cara de pan” emociona, enternece y duele. Narrada desde la sencillez, es el lector quien debe construir la historia a través de los gestos, escenas, palabras y pinceladas que la autora nos presenta.

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