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Ex-libris. Confesiones de una lectora – Anne Fadiman.

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por Rubén Olivares

Cierras las páginas del libro, aspiras profundamente y dejas escapar lentamente el aire dibujando una sonrisa. Acabas de descubrir a un nuevo escritor (o escritora), una nueva editorial, un nuevo amigo, en definitiva y sabes que cuentas con un referente en el cual refugiarte. Un amigo te regala un nuevo ejemplar, el cual te lleva a otro ejemplar y éste a uno nuevo. Las concatenaciones han comenzado y te hallas atrapado en una vorágine lectora de la que no deseas escapar. En ocasiones, tenemos la suerte de toparnos con obras descatalogadas o abandonadas por otras editoriales, pequeñas joyas que alguien decidió que ya no brillaban como antes. Por suerte, siempre hay buscadores de tesoros, editoriales incipientes que las rescatan del olvido. Este es el caso de los dieciocho breves ensayos escritos por Anne Fadiman sobre los fetiches y manías lectoras que ella y su entorno experimentan – leer en voz alta, ser recriminado por marcar la lectura de un libro volcándolo boca abajo con las páginas abiertas (¿en serio, Anne? ¡Pero cómo puedes hacer eso a un libro!), curiosas decisiones de orden de una biblioteca, leer libros sobre libros, etc. – alrededor de este maravilloso objeto.

Este conjunto de ensayos narra la relación que esta autora tiene con este objeto único, frágil pero contundente, efímero pero eterno, singular y común. A través de un recorrido heterodoxo, estimulante, sensual y heterogéneo nos adentramos de la mano de Anne en su particular mundo y la relación que mantiene con los libros, plagado de problemas sobre cuál es el mejor método para ordenar una biblioteca personal, cómo se deben leer los libros, si es lícito subrayarlos, tomar notas en su márgenes, doblar sus esquinas, comer o beber mientras se sostiene con la otra mano, si se debe dejar que el primer contacto de un niño con los libros sea a través de la boca y no la vista o si se puede retozar con ellos.

Desenfadado, fresco como una brisa primaveral y redactado con un humor ingenioso, este libro sobre libros se lee con una media luna en la boca y una ligera sensación de calor en el pecho. La autora se ha propuesto (y logra) que hablar sobre libros, divulgar el placer de la lectura y sus manías sea divertido y adictivo, por lo que nos espera una obra con un humor socarrón, plagado de anécdotas redactadas con una prosa sencilla y alegre, que no esconde la sapiencia enciclopédica que Anne atesora y que logra su objetivo primordial: que al acabar este libro estemos deseando dar el salto a algún otro de los libros que se mencionan entre sus páginas.

Desde el matrimonio de bibliotecas (esa unión entre libros que una pareja de lectores acaba haciendo cuando decide compartir sus días y vivir bajo un mismo techo), el método más adecuado para “pausar” la lectura de un libro (por favor, ¡no sean monstruos y utilicen un marcapáginas!), el arte de realizar una dedicatoria y dónde debe escribirse, el descubrimiento de nuevas palabras (no olvidaré el día en que, leyendo a Neruda, descubrí la palabra “durazno”, de la cual me enamoré por la poesía y el erotismo que me evocaban sus imágenes en su obra) o esa zona que todo lector tenemos, el “Estante suelto” en la que almacenamos libros sobre temas que nos apasionan y que no parecen tener relación con otros temas (en el caso de Anne son las expediciones polares), Anne Fadiman realiza un detallado retrato de los lectores voraces, los que acumulan papel y el significado de las bibliotecas personales, que nos dicen mucho sobre sus dueños.

Anne logra que todo lo relacionado con el libro se empape de un nuevo aire, una mirada desconocida y atenta a los lugares comunes, un viaje de placer en el que podemos sumergirnos en las gratificantes reflexiones de una lectora enamorada de los libros. Si aún no tienes suficientes razones para leer este libro, te dejo con una cita de la Anne Fadiman que resume lo escrito:

“…nunca he podido resistirme a un libro sobre libros…”.

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