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La tierra de poca lluvia de Mary Austin.

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por Rubén Olivares

“Lo que embellece el desierto es que esconde un pozo en alguna parte” Antoine de Saint Exupéry, en “El Principito”

El desierto ha sido siempre una página en blanco que ha inspirado a novelistas, filósofos, poetas y mesías. En las áridas tierras que pueblan los desiertos hallamos la paz, tranquilidad e inspiración que evoca a los místicos a tener revelaciones trascendentales. Las tierras áridas ejercen una atracción fascinante para los aventureros y amantes de la naturaleza que se adentran en ellas. Los amplios horizontes, la tranquilidad de sus espacios abiertos, interrumpidos por el vuelo de algún ave o la carrera de un lagarto hacia algún matorral o piedra, la luz que baña con un manto mágico sus atardeceres y amaneceres entre las montañas, la soledad de los paisajes que permiten una íntima comunión con uno mismo han inspirado multitud de historias y de obras literarias. En esta línea, Mary Austin escribió a lo largo de 1903 “La tierra de poca lluvia”, una colección de cuentos y ensayos cortos en los que la sensibilidad de la autora, a la altura de Thoreau, Muir o Edward Abbey nos invita a soñar con la paz del desierto. Sus páginas se han convertido en un clásico de la literatura de los espacios salvajes americanos, a través de las cuales nos descubre paisajes y modos de vida extintos. La sensación de libertad es el hilo que recorre cada uno de los relatos que conforman esta obra, a través de la cual recorreremos la fauna y flora de las regiones de Sierra Nevada y el Desierto de Mojave del sur de California, de la mano de sus habitantes, vagabundos, buscadores de oro, tejedoras indias de cestos, o tribus indias que, como fantasmas del desierto, son capaces de recorrer estas áridas tierras sin dejar un rastro visible.

La obra de Mary Austin está escrita con pasión y una delicada belleza que convierten sus relatos en un canto poético al paisaje del desierto en el que vivió y llegó a conocer con profundidad. En sus relatos se desprende amor por la naturaleza, una visión femenina del espacio que le lleva a resaltar la capacidad de éste para lograr que brote la vida en cualquier espacio, por inhóspito que pueda parecer, atrapando entre sus tierras al viajero que se acerca al mismo y que, como Austin narra, queda inevitablemente enamorado del mismo y enfermo de una nostalgia que hará que, por lejos que éste se encuentre, evoque en sus noches la paz y tranquilidad de los espacios del desierto de Mojave y Sierra Nevada. Escrito con un estilo directo y sencillo, sus descripciones de los paisajes y su narrativa no están exentas de una perspectiva poética que ponen de relieve la belleza de este entorno natural, revelando la paz y armonía del paisaje que abraza y acoge con amor a aquellos viajeros que, libres de prejuicios, se deciden a adentrarse en sus tierras.

Austin fue, ante todo, una prolífica novelista, poeta y crítica literaria, además de una de las primeras feministas y defensoras de los derechos humanos de los Estados Unidos que desarrolló una obra literaria que quizás no se ha valorado como merecía y que la sitúa, por su amor a la naturaleza salvaje y su defensa de los espacios naturales, a la altura de Jack London. Una autora que vivió, como el paisaje que describía en sus obras, soltera, convencida de que valía más su libertad como mujer que su sometimiento a las convenciones sociales de la época y que defendió a lo largo de su vida el respeto por el desierto de Mojave y Sierra Nevada, por lo que uno de los picos que coronan este entorno natural fue bautizado como Mary Hunter Austin. Este libro constituye una oportunidad para descubrir a una mujer que vivió libre y salvaje como los países que describía en un mundo dominado por hombres.

 

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