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Nadie con los terneros de Alina Herbing.

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por Vanessa Díez

 

Mis abuelos eran labradores. La vida dura del campo. Dedicarle la vida con sangre y esfuerzo. Tan sólo lo he visto en sus descendientes y he escuchado las historias de ellos. Perder horas de sueño por el riego, sacrificar el descanso por la cosecha, agotar sus esfuerzos por guardar un pedazo de tierra a sus vástagos. Ese es el recuerdo que conservo de mi abuelo paterno. Una fotografía en blanco y negro del matrimonio junto a su docena de hijos, de fondo una sábana blanca. Una casa rural grande llena de niños, mi abuelo de sol a sol en la tierra y el riego, las mujeres de la casa con los niños y las labores, siempre habían conejos y gallinas a cargo. Después en aquella casa familiar uno de sus yernos tendría ovejas. Aquella casa siempre estuvo repleta de vida dura. Ahora tan sólo los recuerdos vagan por ella, mi abuelo quizá.

Alina Herbing en “Nadie con los terneros” nos abre la puerta a la vida rural, sin idealizarla, con lo bueno y con lo malo. Cuando alguien tiene una casa en el campo con animales y huerta si desea que todo se mantenga en óptimas condiciones debe dedicar muchas horas a ello o pagar a alguien, si no los alrededores de la casa se convertirán en zona salvaje. Sin sudor no hay recompensa. Alina nos da dos personajes masculinos que dedican su vida a mantener su granja, dos generaciones, padre e hijo unidos en los madrugones y en la lucha diaria. Aquí quien no encaja en la ecuación es nuestro personaje femenino que se siente enclaustrada en una rueda de hámster, sin hacer lo que se supone se espera de ella será como una bomba a punto de explotar y no sabremos en qué momento decidirá terminar con todo.

Christin proviene de una caótica familia donde su padre cayó en el alcohol y su madre terminó abandonándolos. Por ello cae sobre ella la sospecha, ¿Cuándo saldrá corriendo? Ahora vive en la granja con su novio Jan. No es del agrado del padre de él porque no trabaja duro en la granja desde bien temprano como ellos, piensa que no debería estar allí. Jan no dice nada, nunca dice nada. Tan sólo la golpea como su padre cuando ha hecho algo muy malo que no le gusta, pero siempre lo arreglan. Después el sexo y el silencio lo recompone todo.

Alina no maquilla nada. Las cacas de mosca, el ir y venir del perro, beber conduciendo en el coche, las escapadas … todo se muestra. El alcohol y los hombres serán la válvula de escape de la triste realidad pues ella no quería encarcelarse en medio del estiércol de ternero, si no emigrar con un vestido nuevo a la gran ciudad, pero la vida a veces es tan extraña. ¿De qué manera reventará todo su mundo para tomar una decisión?

Alina Herbing ha creado una novela cruda sobre la vida rural, donde siempre ha existido la vida y la muerte en estado puro. Su personaje femenino es pura dinamita autodestructiva.

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