The Wheel, debut de Weak.
por Sandro Maciá
Contundencia y melodía en The Wheel
El mundo es para los cabezones. Para los pocos que quedan sin renunciar a sus sueños. Para los que se empeñan en hacer de su vida su hazaña. Para los que no siguen la marea y saltan al río a su estilo y arte. Para los que se sienten parte de una época y no de una década. Para los que saben que la honestidad no juega en contra de la libertad del otro. Para los grandes visionarios que se aferran a una idea y nos dan el gustazo de ser partícipes de ella. Concluyendo –que me enrollo, ¡m*erda!-, para ese reducido grupo de agitadores y agitados artistas que no tienen miedo de reafirmarse en una incipiente “salida de las cloacas”, como si de “cuatro jinetes del Apocalipsis” se tratase, para rescatar “el eco de un sonido que se niegan a dar por muerto”. Un reducido grupo del que –honrosamente, espero- forma parte un cuarteto de incontinencia sonora que se presenta como Weak, y que, pese a haber nacido hace sólo un año, debuta este mes con The Wheel (BCore, 2019).
¿Prematuro estreno? ¡Ja! Más que esperado, diría. Porque si ya les habíamos seguido la pista a Fon, Tote, Fangui y Mérida a lo largo de su historia musical en las filas de formaciones como Wild Animals, Enoch Ardon, Ulises Lima, The Attack of the Brain Eaters o Acid Mess, nada menos que ansiosos estábamos por ver en qué podría derivar la confluencia de semejantes y dispares procedencias y cómo acabaría el mix entre las diferentes vertientes estilísticas cultivadas en el seno de sus respectivas bandas.
No obstante, una escucha –y las que gusten- del disco ya permite comprobar que la espera no sólo ha merecido la pena, sino que esta, en sí misma, augura que pronto nos hallaremos en el terrible proceso de volver a necesitar nuevos temas que satisfagan nuestra adicción a lo que siembra este cuarteto: un punk rock basado en la sensación y en un salvajismo que sólo se matiza bajo los límites de la velocidad, la melodía y las letras de cada tema.
Al menos así lo vive uno cuando se lanza a enrollarse en las cuerdas que van hilando los ocho cortes de The Wheel y que, junto al resto de instrumentos, le confieren a cada canción eléctricas descargas de ese estilo noventero, aparentemente despreocupado, que deja de lado la sobrevalorada complejidad para ofrecer melódicos pasajes –como los recogidos en el primer y homónimo tema: The Wheel-, ágiles estrofas y admirables combinaciones vocales de esas que uno ya no encuentra –como ocurre en Nothing but numbers, Parachutes o Double Standard- y rabiosas estructuras de impactante forma y fondo, como atestiguan otros temas –Intoxicated society o Solitaire-.
Pero, ¡eh!, que no por ello cortes como I’m lost o Still makes no sense, desmerecen una apreciación. Nada menos justo. Ambos son, también, dignos valedores de lo antes dicho, pues todas y cada una de las composiciones del disco –cuya gestación se dio a lo largo de 2018- evocan la misma vitalidad y gozan de idéntica fuerza a la hora de trasladarnos a la última década del siglo pasado, cuando las buenas melodías no se iban de nuestras cabezas y la “cabezonería” de lo natural prevalecía sobre la superficialidad de lo enrevesado.
Grabado con la inestimable ayuda de Quique y Guille Ranil –con toque final al de Santi García, Borja Pérez (Ultramarinos Costabrava) y Víctor García (Ultramarinos Mastering) en mezcla y master-, este debut presenta oficialmente a Weak en sociedad como merece: chocando la mano con jovial gesto y lanzando el guante a quien quiera seguirles… Cosa que, un servidor, piensa hacer.
