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Paco Cuesta Martínez 

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por Lara Vesga

Paco Cuesta Martínez: “Fenrir busca que los lectores empaticen con un auténtico hijo de puta».

En el número cuatro de la calle San Pedro ha habido un asesinato. La señora Pérez ha aparecido muerta y es el detective privado F., un tipo sin escrúpulos, el encargado de resolver un crimen en el que el culpable podría ser uno de los peculiares vecinos del edificio.
Paco Cuesta Martínez (Martos-Jaén, 1987) habla sobre su segunda novela, protagonizada por un personaje sin pelos en la lengua que resuelve crímenes y abofetea conciencias a mano abierta.

En principio la sinopsis de Fenrir es el asesinato de una sexagenaria en una comunidad de vecinos con personajes un tanto peculiares y la misión de resolverlo por parte del protagonista. Sin embargo a medida que se avanza en las páginas la cosa no es tan sencilla como parecía. ¿Qué pretendías que fuera la novela al escribirla, un thriller, una especie de manifiesto, o un género que no se pueda etiquetar?

Paco Cuesta Martínez: Fenrir surgió como un arrebato, como una ida de olla. Yo lo que pretendía era que la gente no pudiera dejar de leer, que devorara las páginas en busca de respuestas. Supongo que, inconscientemente, lo que quería era escribir un best seller que me abriera las puertas del mundo editorial profesional. Al final, lo que salió de todo eso fue otra cosa. Según iba escribiendo, el reto pasó a ser algo muy distinto: la novela se convirtió en una carrera de fondo para intentar conseguir que los lectores empatizaran con un auténtico hijo de puta. No sé si lo habré conseguido, pero yo estoy muy orgulloso con el resultado, un resultado que no sabría calificar dentro de un género específico de novela.

El protagonista del libro, F., se describe a sí mismo como un humano en cuerpo, pero no en alma. A veces dice directamente que es un extraterrestre. ¿Quién o qué es Fenrir?

PCM: Fenrir es, en la mitología nórdica, el lobo gigante hijo de Loki. Es, además, el destinado a matar a Odín, el padre de todos los dioses, en el Apocalipsis vikingo, o Ragnarok. Por lo tanto, Fenrir es un símbolo, que creo que encaja muy bien con el espíritu y la estructura narrativa de la novela. Fenrir es el que mata al poder supremo, tras haberse rebelado previamente contra las normas y los dictámenes de los Aesir. Fenrir es el símbolo de la rebeldía y de la libertad, el encargado de eliminar del mapa a la autoridad competente antes de caer muerto también en combate durante la batalla del fin del mundo. Por eso lo elegí como título, por lo que representa y el paralelismo que puede tener con el protagonista, en cierto sentido alegórico.

Compartes inicial con el protagonista de tu novela. ¿Hasta ahí las coincidencias o hay más? ¿Cuánto de ti has puesto en él?

PCM: No se trata de una novela autobiográfica, si es a lo que te refieres (Ríe). Pero sí que comparto su nihilismo, su cinismo y su escepticismo ante ciertos aspectos de nuestra sociedad y nuestra vida. Por lo demás, no considero que me parezca a mi protagonista demasiado.

“Es muy gratificante como autor disponer de un personaje para el cual nada es tabú”.

¿Cómo surge la idea de escribir este libro, qué te inspiró para escribirlo?

PCM: La idea surgió en un momento muy concreto. Yo estaba leyendo por aquel entonces La verdad sobre el caso Harry Quebert, que me parece un libro buenísimo, y me apetecía cambiar de tercio y escribir algo que tuviera elementos de suspense, de intriga. Pues bien, cuando estaba cerca de acabar la novela vi por casualidad una película que se llama High Rise, bastante mala, por cierto, que fue la que me dio la idea para ambientar la trama en un único bloque de vecinos. Y el resto ya fue ponerse a escribir.

Son constantes a lo largo de la novela los paréntesis en los que se abandona el argumento principal y se hacen interpelaciones al lector de forma directa, sin cortapisas. A veces hasta se le insulta y casi se le usa como punching ball. Tu protagonista y tú os habéis tenido que quedar bien a gusto soltando todo eso…

PCM: Era necesario para generar el impacto que quería causar. Esta novela, o su protagonista, más bien, no podía dejar indiferente a nadie. Yo lo que pretendía era escribir una historia que, además de causar interés por la trama, fuera un gancho directo en la mandíbula, algo que te dejara noqueado y te obligara a pensar, no solo a leer. ¿Qué mejor forma de hacerlo que rompiendo la pared que separa al lector, o a la lectora, del propio texto de la novela?

Se tratan temas incómodos de una forma aún más incómoda en el libro: pederastia, corrupción, sexo… ¿Te costó escribir sobre ello o fue algo sencillo?

PCM: Una vez que el personaje de F. y su personalidad tomaron forma en mi cabeza y le situé dentro del contexto que quería, el resto fue coser y cantar. Es muy gratificante como autor disponer de un personaje para el cual nada es tabú, todo está permitido. Esa libertad, de hecho, creo que es la mejor baza de la novela, y puedo afirmar con rotundidad que el personaje de F. es lo mejor que he escrito en mi vida. Él, y Silvia. Silvia para mí es incluso más importante, y más compleja que el protagonista.

Pese a todos los asuntos escabrosos que se narran en Fenrir, hay una historia de amor, aunque no sea un amor muy convencional, que subyace en el fondo y que el propio protagonista admite que es la razón de ser de la novela. ¿Al final hasta en Fenrir es el amor lo que mueve el mundo?

PCM: El amor es muy importante porque te obliga a actuar, a moverte, a salir de tu zona de confort. Otra cuestión ya es lo que creas que es el amor en realidad, o la manera que tengas de vivirlo. Para mí el amor romántico es un constructo, una ficción generada de manera colectiva con el propósito de definir algo indefinible. Una hipótesis, en realidad. Como la religión. Exactamente igual que la religión. Pero, ¿qué pasa? Pues pasa que, como ocurre con la religión, en el momento en el que pasas por el aro la Fe puede mover montañas, aunque el motor de dicho movimiento sea una enorme mentira creada de manera colectiva. Enamorarse es como encontrar la Fe: puede que haya momentos en los que no creas que existe, pero si te topas con ella, y te la crees, te embarras hasta las trancas. Y contra eso no se puede luchar. Uno solo puede disfrutarlo, o sufrirlo. Y así vamos, de oca en oca.

“Comparto con el protagonista su nihilismo, su cinismo y su escepticismo ante ciertos aspectos de nuestra sociedad y nuestra vida”.

Después de leer tu libro me queda la duda de saber cómo es tu comunidad de vecinos… ¿Alguno te ha servido como inspiración para alguno de los personajes de Fenrir?

PCM: (Ríe). No. De hecho, me mudé hace poco y apenas los conozco. Me temo que la comunidad de F. es 100% fruto de mi imaginación…

 

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