Bajo las llamas de Hervé Le Corre
por Lara Vesga
Hay que remontarse 149 años, hasta marzo de 1871, para conocer este pedazo de la historia de Francia. La Comuna de París fue una intentona efímera, dos meses duró, de un gobierno popular socialista de autogestión. Fue la primera experiencia de este tipo en Europa, en la que se pretendía que los propios obreros llevasen la batuta en la economía, en la política y en otros muchos ámbitos.
Hervé Le Corre (Burdeos, 1955) describe este movimiento de una forma magistral y documentada al dedillo en «Bajo las llamas». El libro sigue dos hilos argumentales que se entrecruzan y que comparten una misma esencia: no dan tregua al lector en ningún momento. Por un lado acompañamos al sargento Nicolas Bellec, combatiente del bando comunero, y a sus camaradas Adrien y El Rojo, apodado así no solo por el color de su pelo. Los tres nos muestran un París bajo las llamas que retumba ante las bombas, que resguarda cientos de soldados vivos, y aún más soldados muertos entre sus barricadas y trincheras. Un París que no descansa ni de día ni de noche, donde la muerte aguarda en cada esquina en forma de balas o bayonetas poniendo punto y final a una vida tras otra.
Tenemos por otro lado a las tropas de Versalles, que pretenden acabar con la Comuna de París, cada vez más cerca de conseguir su cometido. Se pueden oír ya las voces de los versalleses, sus disparos. Caen los obuses y pronto empezarán las ejecuciones sumarias. Su objetivo, limpiar París, purificarlo de ese gobierno que ha durado tan poco, quemar la ciudad entera, si eso es necesario para reiniciarla de cero.
En medio de este infierno el mal campa a sus anchas y es caldo de cultivo para la aparición de seres perversos, que se ven amparados por el ambiente de caos y violencia que se vive en París. Casi nadie parece percatarse de que están desapareciendo chicas jóvenes hasta que algunos de sus familiares van a denunciarlo a la policía. Antoine Roques, un comisario de nuevo cuño, ya que antes de la Comuna era encuadernador, se encarga del caso. Pronto sus pesquisas pondrán bajo el foco a un excéntrico fotógrafo cuyos trabajos son más que peculiares. También a un cochero peludo con un pasado y un presente radicalmente opuestos que traquetea con su caballo y su carro por las calles de París.
El oficial de policía Roques tratará de encontrar a estos dos individuos para averiguar qué tienen que ver ellos en la desaparición de las chicas en una ciudad que se cae a pedazos. La suya es una carrera contrarreloj para encontrarlas. Además, las dos sendas por donde discurren la novela se cruzarán una vez más e irremediablemente cuando una de las secuestradas es Caroline, la prometida del sargento Nicolas Bellec.
«Bajo las llamas» no se apiada de nadie, mucho menos del lector, a quien no da tregua y quien, de forma inexorable, se ve, al igual que los personajes de la novela, arrojado a un París que rebosa sangre, fuego, muerte, guerra y destrucción.
