Canto yo y la montaña baila de Irene Solá.
por Vanessa Díez Tarí
El paso del tiempo puede ser toda una vida y toda la eternidad. Deben llegar pandemias y guerras para que detengamos el tiempo, el nuestro, y nos demos cuenta de que tampoco tenemos tanto y lo estamos desaprovechando. Nos sobrevivirán las montañas, los océanos y muchos de los animales que consigan salir adelante. El hombre ha modificado cada elemento a su alrededor sin pensar más que en su beneficio económico. Sin ofrecer espacio a la tierra para sanar las heridas de la tala de árboles, del cemento sobre la costa, del cementerio de peces al mar por los vertidos de la agricultura con pesticidas… La tierra nos ha demostrado que puede regenerarse en tres meses y si lo necesita nos sacrificará por el bien común, no importa cuántos de nosotros se marchen, no hemos aprendido a respetar y convivir. Nosotros en el tiempo de la tierra tan sólo somos unos minutos. Después de nosotros seguirá la vida, aunque deba empezar todo de nuevo en otro amanecer porque no sabemos vivir en armonía.
Brujas, muertos, mujeres de agua, vivos atormentados y también los elementos y los animales son personajes. “Canto yo y la montaña baila” de Irene Solá es una bella reescritura de las voces de las leyendas de la montaña del Pirineo. Ahora escuchamos de igual manera a las mujeres que fueron quemadas, a un corzo, al agua que cae sobre nosotros, a un chico muerto o a un oso. A las mujeres que quedaron solas en la montaña saliendo adelante con los hijos a cuestas y volviéndose locas ante la soledad y la dureza de aquellos bellos parajes.
Irene Solá nos ofrece otra forma de mirar. Distintas voces para hablarnos de un territorio y de su historia. El paso del tiempo es otro personaje que se arrastra entre sus textos. Así podremos tener una visión de conjunto de lo que fue y de lo que es. Por muchos sucesos extraños, catástrofes, muertes o guerras es la montaña la que permanece. Es la tierra la que puede tomar distancia y contar su propia historia. El resto de personajes tan sólo comparten un pequeño espacio de tiempo y nos cuentan su desgracia. La montaña equipara su belleza y su crueldad, crudos inviernos que sólo sus gentes saben cómo lograron sobrevivir. Además se añaden los sucesos que por mano de otro llegan a la muerte siendo la montaña tan sólo testigo de vidas truncadas entre vivos y muertos, pues unos quedarán vagando por los bosques y otros quedarán penando sin vivir realmente.
Irene Solá nos ofrece una novela bella y original. Una mirada hacia la naturaleza y a su territorio. Tanto la montaña como sus gentes nos ofrecen su forma de vivir. La vida y la muerte en un territorio lleno de leyendas. Tan sólo he echado en falta haber leído a Irene Solá en catalán, pues en una entrevista leída hace poco me confirmaba algo que hace tiempo llevaba pensando, cada personaje tiene su forma de hablar, ofreciéndonos distintas palabras que también nos caracterizan al personaje y que en las traducciones se pierden tales detalles.