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El buen soldado de Ford Madox Ford. 

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por José Luis Romero León

Ya lo había visto en otros relatos. De hecho, es la esencia de uno de una de las novelas cortas estivales que releo. En verano porque lo descubrí en esa época, los libros tienen lugar y edad. Un falso narrador, embustero y liante. Claro, me dirás que todos los narradores pueden ser falsos, que de hecho lo son. Que cada uno cuenta la historia como le viene dada. Cada uno gestiona la información como lo cree conveniente. Me dirás que cómo saber si fiarte de quién te cuenta la historia. Yo tampoco me fio de Holden Caulfier en «El guardián del centeno». Cuestión de moralidad.

“Ésta es la historia más triste que he oído jamás. Habíamos tratado íntimamente a los Ashburnham durante nueve temporadas en la ciudad de Nauheim”. Dices que es la historia más triste del mundo. ¿Para quién? No me la cuentas así. Todo es ambiguo. Todo te da igual. Me pones una trampa, pico el anzuelo y te creo. Era presa fácil. También me ha despistado el título. Lo leo en el prólogo, en esa dedicatoria en forma de carta a Stella Ford. «El buen soldado» no era su título original. Cuando Ford Madox Ford lo escribe piensa en otro.

Su título ideal sería “La historia más triste”. Suena perfecto. Su editor, debido a la Gran Guerra, piensa que no es un título correcto. No es el momento para títulos tan melodrmáticos. En el fondo tiene un objetivo concreto. Busca vender ejemplares y no le parece un título adecuado. Después de cruzarse misivas y telegramas no le queda otro remedio que cambiarlo. Obligado. Otra gran mentira. Otra gran confusión. Se alegra que el libro funcione igual aún con el título que él no hubiera puesto.

“Mi mujer y yo conocíamos tan bien al capitán Ashburnham y a su esposa como es posible conocer a alguien y, a pesar de todo, en cierto sentido, no sabíamos nada de ellos.” Ya no se trata de mentir, quizás es un argumento de postverdad. Cien años antes todo es protocolo y faltan valores reales. Todo es aparentar. Los tres primeros capítulos se desarrollan con una normalidad pasmosa. Otro juego de sombras. Parece un folletín lleno de personajes que confundo. Dowell, quien lo narra en primera persona, habla de sí mismo y de los suyos; habla de su mujer , Florence; de una cuantiosa herencia; de la muerte de su tío… hasta que recibe una llamada urgente. Una pareja amiga tiene que hablar con él. A su llegada se bifurcan las dos líneas temporales. Saltos atrás para entender lo que narra como presente. Salto atrás para contar cuando se conocieron ambas parejas. Una innovación literaria que contribuye a que sea un clásico de la literatura. Dos parejas. Una inglesa y otra norteamericana. Una década por medio. No me fio.

Hablar de un clásico atemporal es una maravilla, descubrirlo ahora, así, sin esperarlo, es otra. Llega un momento cuando la partida está en su última ronda en la que te busca como cómplice, como redentor.

Maravillas de nuestro día a día lector. Sí aún no lo conoces, no lo dudes. Te esperan en el balnerario.

 

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