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El murmullo de los árboles  de Karen Viggens.

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por Ana Olivares

Los Gigantes cantan, llenado de magia el lugar. 

 

Todos tenemos un paisaje guardado en la memoria. Un paisaje favorito que nos acompaña, al que podemos acudir cada vez que necesitemos desconectar; un paisaje que permanece, anclando en el recuerdo ese instante mágico. Suele tratarse de un lugar en el que reina la Naturaleza, donde ésta nos brinda la oportunidad de reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestro verdadero ser o espíritu. Esta sensación de crecer con ella, de afrontar todo lo que nos depara la vida, con coraje y con ganas de alzar el vuelo hacia metas más altas; sin miedo, y con la convicción de que estamos siguiendo nuestro instinto; es todo lo que experimentarán los protagonistas de esta novela –y nosotros como lectores-; sobre todo cuando consigan liberarse de su pasado.

El murmullo de los árboles nos sitúa en plena naturaleza, en los bosques de eucaliptos y las escarpadas montañas del sur de Tasmania donde podemos avistar el águila audaz y los famosos demonios del lugar; Salvajes, nocturnos, enfermos…como alguno de los habitantes del pequeño pueblo de montaña en el que se asientan nuestros protagonistas. Allí la comunidad vive de la industria maderera y del turismo local. Se trata de un enclave natural protegido por la fauna y flora que alberga, pero explotado a la vez por los empresarios y las nuevas máquinas que talan cientos de árboles en un solo día. La deforestación y el peligro que supone la alteración de los hábitats de las especies protegidas por peligro de extinción crean un conflicto entre los pueblerinos. Aunque la narración se centra en la evolución personal de tres personajes: Leon, de veintitantos, un joven guardabosques que se instala en una casa destartalada para iniciar su nuevo trabajo, y que se apunta al equipo de futbol para tratar de integrarse mejor entre “leñadores” que recelan de él. Después tenemos a Mikaela (Mike) es una joven de dieciséis años que ha crecido aislada de la sociedad, en una granja y con una educación cristiana, casi sectaria, junto a su hermano mayor Kurt y sus padres. No conoce a nadie, apenas sale y pero la lectura le sirve como una ventana abierta al mundo. Pero un día ocurre lo inesperado y ésta se ve obligada a mudarse al pueblo. Por otro lado tenemos a Max, de unos ocho o diez años, vecino de Leon y amante de los animales cómo él que entabla una entrañable relación con él gracias a que éste lo ayuda a sacar adelante a los cachorros de su perra, un mastín labrador que su padre apenas cuida. Ellos conforman el círculo principal de la trama, de donde van surgiendo las diferentes ramificaciones que enlazan con sus respectivas familias que a su vez, se entrelazan como habitantes de un pequeño pueblo, donde todos se conocen aunque ninguno diga nada. Esto nos permite tener una visión global de todos los personajes y de la historia.

Encontramos reflejados en la novela muchos problemas actuales: la necesidad de proteger la Naturaleza frente a una explotación sistemática y destructiva por parte del ser humano; la necesidad de respetar el hábitat de las especies en peligro de extinción, la enfermedad del tumor facial que está acabando con los demonios de Tasmania de la que apenas existe información…etc. A su vez, los efectos de la industrialización en estas pequeñas comunidades agrícolas generan desempleo y el abandono de las viejas técnicas tradicionales, junto con los respectivos problemas sociales que acarrean. Sobre todo la falta de educación, la ignorancia, las mentalidades machistas se muestran como un caldo de cultivo para la injusticia, el odio y la violencia. Sin embargo, la narración es bonita, contiene ese dramatismo que nos ayuda a enfatizar con los personajes, a la vez que nos recuerda lo especial y poderosa que es la amistad, y sobre todo el creer en uno mismo. Nos recuerda que somos parte de la Naturaleza y que tenemos que preservarla, escucharla, atenderla, un mensaje que resulta esperanzador pero que se centra en el viaje interior de la tríada que la protagoniza: Mika, Leon y Max. Los lazos afectivos que van surgiendo entre ellos, y sus acciones van creciendo cómo los árboles; por lo que a su vez, la novela se divide en cuatro partes: Semillas, Germinación, Brotes y Sotobosque.


Entretenida, en ocasiones enternecedora y con una reivindicación del medio natural. Una lectura muy apropiada para el verano, aunque claro está, la podéis leer en cualquier época del año.

El murmullo de los árboles